De niño descubrió la lectura con El pequeño Nicolás y El pequeño vampiro, pero realmente quien le impactó fue Rebeldes, libro que le recuerda con ternura a un verano de su vida en el que fueron inseparables las vivencias de aquellos jóvenes con los ritmos de Dire Straits. La poesía llegó por otro lado. Los versos de Antonio Machado, recitados por su profesor Tomás del Campo Abón, calaron hondo en el alma del sevillano Iván Onia, que afirma: "Cuando un profesor ama algo, se hace notar". Empezó a inhalar los versos de Mario Benedetti, José María Fonollosa, su querido e irrepetible Ángel González, el contemporáneo Luis García Montero o el tan cercano Juan Luis Panero, entre muchos otros. Estudió Pedagogía, pero no se separó de su gran afición. La siguió acunando lentamente al ritmo de unos versos bien marcados que obtuvieron su reconocimiento en el Plumier de Versos V, certamen organizado por la editorial Nuño. Luego vino el fruto: la publicación de Tumbada cicatriz desde la editorial Ediciones En Huida. Su poesía se alimenta de la intertextualidad y el tiempo, fundamentalmente, pero cruza el abismo adentrándose en la oscura reflexión de la labor del escritor. "Te mira directamente a los ojos, la entiendes llevándola a la experiencia propia". Además, administra el blog Las puntas del tiempo, eslabón con sus lectores, que profundiza en esa cicatriz a la que considera "metáfora del verso" y que se plasma en uno de sus versos favoritos: "Es cierto, mis pies huyen,/ pero no reconocen el círculo".