Sevilla

Muerto antes de nacer

  • Los partidos políticos abortaron el debate antes de su comienzo con un reglamentismo 'patológico' que provocó una sucesión de monólogos sin una sola interrupción, un producto 'light' y monocorde.

Los partidos lo mataron porque era suyo. Hay pregones de Semana Santa mucho más entretenidos que el debate reglamentado y encorsetado hasta el absurdo sufrido anoche. Hay pestiños del Domingo de Pasión con más atractivo e interés que la sucesión de monólogos que los espectadores tuvieron que soportar durante hora y media. Un debate tediosamente blanco, sin aristas, con buen rollito, sin interrupciones, carente del cuerpo a cuerpo que incorpore al espectador en el sillón, una batalla sin sangre, con reproches previsibles, como una pelea entre hermanos en la que hay patadas pero se dan apuntando a conciencia para no dejar moratones. Un claro ejemplo de ello es que el candidato Espadas -el más beneficiado de esta primera cita por la proyección obtenida- agradeció a sus dos rivales políticos lo "constructiva" que le había resultado la experiencia.

Los partidos reglamentaron con tal obsesión todos los detalles de la cita que el resultado fue un producto ultralight, con menos gracia que una cerveza 0'0, una cita ahogada de antemano. Un debate trazado con escuadra y cartabón, rígido, huérfano de espontaneidad, sin chispa. Hierático como el busto parlante de Torrijos, sólo roto por el color rojo de las patillas de sus gafas sin montura. El candidato de IU evocaba a aquella fría presentadora de TVE que tras la carta de ajuste daba paso al esperado Barrio Sésamo. Un encuentro a tres con el único hilo conductor de un Zoido preguntando hábil y machaconamente si sus adversarios dejarán gobernar a la lista más votada. Y con un aspirante socialista apostando a la casilla de las Naciones Unidas con declaraciones de intenciones receptivas a la única propuesta formal puesta encima de la mesa, la del distrito judicial que el PP plantea en el Prado de San Sebastián. "Podemos hablarlo, señor Zoido".

Los partidos se encargaron no sólo de que no hubiera debate, sino de superproteger a sus cabezas de lista en un plató blindado. La prensa no pudo evaluar el rostro de los oradores en los cortes de publicidad, ni los movimientos de ficha de los asesores. El debate se pareció a uno de esos plenos que se celebran en el Salón Colón el tercer viernes de cada mes. Pero en vez de Rosamar Prieto-Castro, moderaba el periodista Javier Bolaños, que cumplió el objetivo de no ser noticia y salir más que airoso de la experiencia. Lo que no sabemos es cómo encajó la de veces que Zoido se dirigió a él como "don Javier".

Para la pobre ficha técnica de la cita quedan algunos datos. Espadas se fijó continuamente en Zoido. Zoido casi siempre en el moderador y sólo en algunas ocasiones en Espadas. Y Torrijos se dedicó a su particular idilio con la cámara, a calificar a Zoido de "corneta del apocalipsis" y a sus perífrasis. Las cámaras fallaron cuando Zoido exhibió su DNI para ilustrar cuál es el único carné que mirará si gobierna, así como cuando mostró la infografía del distrito judicial.

Espadas estuvo más ágil de palabra, más rápido, con más vitalidad. Probablemente porque era el más necesitado de los tres. Está fuera del Ayuntamiento y lleva escasos meses en la trinchera. Zoido, pese a ser el único en presentar un gran proyecto, estuvo premeditadamente a medio gas, con un tono más institucional, como agarrando ya el bastón de alcalde en una procesión de chaqué. Tal vez a Zoido le bastaba el empate. Lo buscaba. Y Espadas necesitaba un hat trick. El resultado: un bodrio. Y la culpa no es de Giralda TV.

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