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Sinfonía de pitos el día de la marmota

Bill Murray se levantaba cada mañana en Atrapado en el tiempo condenado a revivir, una y otra vez, el mismo día. Todo se repetía, todo era igual excepto su percepción de que, lo que le sucede en cada momento, ya lo ha vivido. Y eso le pasa al bético, en un bucle desde hace más de un lustro, ya sea porque el gol de Rubén Castro salva el encuentro de turno o porque el aficionado ve una y otra vez en el campo a un conjunto sin hambre ni alma y a una dirección apoltronada en la zona noble. El día de la marmota. El partido de la marmorta. La temporada de la marmota.

Escribir del canario se hace ya hasta cansino, no por nada, sino porque es repetir, como le pasaba a Bill Murray, la historia de hace unos días. El delantero ha marcado en las nueve victorias del Betis en esta Liga, cinco de ellas por 1-0 gracias a él, la última ayer para sumar ya 17 tantos en esta Liga, los mismos que el aclamado Aduriz, internacional de nuevo casi por petición popular, y que Borja Bastón, los máximos realizadores nacionales. Pero Vicente del Bosque lo tiene claro. ¿Para qué quiere a un delantero que necesita media ocasión para hacer un gol teniendo a una decena de futbolistas que tocan y tocan la pelota en el centro del campo de maravilla aunque no huelan el área?

Pero la diana de Rubén Castro tardó en llegar. En la recta final, para que el sufrimiento se prolongara y la alegría fuese mayor. Antes de que el público gritase "gol", la orquesta del Benito Villamarín tocó una sinfonía de pitos y quejas, no la cuarta o la quinta, sino la décima por lo menos, ya que de los 16 partidos disputados por el Betis como local sólo ganó cuatro, logrando apenas 14 tantos: el equipo que menos marca en su feudo de la categoría. Para hacérselo mirar. Y eso que ha fichado a Leandro Damiao en el mercado invernal, que una vez más se quedó fuera de la convocatoria. Como Tarek en verano. La marmota vuelve a relucir.

Como en el duelo en la banda derecha del ataque verdiblanco con Joaquín, al que defendía Juanfran. Joaquín contra Juanfran, compañeros de selección en el Mundial de 2002, hace ya casi 14 años. Mucho ha llovido. Decepciones, triunfos, alegrías y más alegrías... y nuevas decepciones. Pero ahí siguen ambos, aunque las carreras son cada vez más cortas.

La serenata de pitos del Villamarín arrancó pronto, ya en el minuto 8, tuvo continuidad durante todo el primer tiempo, cuando Rossi, al que no quiso Eduardo Maciá, metió el miedo en el cuerpo, y subió de tono pasada la hora de partido cuando del instrumento de viento se pasó al concierto del coro al grito de "estamos hasta los hue...".

Todo después de una reunión de la plantilla el lunes de la que el mensaje de Merino fue que este encuentro era una final, un partido para hombres, y el de los jugadores que iban a darlo todo y a morir en el campo. Las palabras se las lleva el viento, visto lo visto. El viento que se lleve lo que sea de este Betis menos a Rubén Castro. Un gol, tres puntos y la permanencia más cerca. El partido de la marmota.

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