Champions League: Dinamo de Zagreb-Sevilla · la crónica

Se hace camino al andar (0-1)

  • El Sevilla vuelve a repetir triunfo fuera de casa y se acerca a su objetivo de los octavos de final. La frialdad del ambiente marca un partido escasamente exigente y decidido por Nasri.

El Sevilla dio un paso trascendental para meter su bolita en el sorteo de los octavos de final de la Liga de Campeones cuando apenas se cerraba la primera vuelta de la fase de grupos. Un gol de Nasri, en una de las escasas ocasiones en las que los blancos le imprimieron velocidad a su fútbol, les bastó y les sobró para conseguir el triunfo en Zagreb en una de esas citas que depara el calendario anual y que son chinas en los zapatos de los profesionales. El ambiente tan frío, por la temperatura y también por el escaso ardor tanto del rival como de la grada, convierte en peligrosos este tipo de compromisos, pero los hombres de Sampaoli sí sometieron esta vez a un Dinamo que difícilmente jugaría en la Primera División española. 

Ojo, que nadie confunda esto con minusvalorar este triunfo del Sevilla que tanta importancia tiene para cumplir con el primero de los objetivos marcados por su consejo de administración, que era pasar de la primera fase de la Liga de Campeones. Ganar fuera de casa nunca es cómodo en las competiciones continentales y los blancos lo consiguieron con mucha autoridad. La escuadra nervionense, no en vano, monopolizó el control del balón desde el minuto uno y en raras fases del litigio llegó a sufrir, ni siquiera en apariencia. Se exceptúa que el marcador fue apretado y no llegó a romperse del todo por algunas opciones fallidas en el remate y la sensación final que queda en el análisis de lo acontecido es que los visitantes fueron tremendamente superiores siempre.

El planteamiento de Sampaoli sí sufrió una variación esta vez para retornar a sus orígenes, al juego con tres centrales con N'Zonzi de ancla por delante para que el resto de las piezas pudieran permutar sus posiciones una y otra vez para desordenar a este bisoño Dinamo. Pareja, Rami, en el medio, y Mercado formaban el trío de zagueros mientras que Mariano sí estaba más específicamente en el costado derecho. No ocurría lo mismo, sin embargo, con Escudero, que era liberado de cualquier cadena y lo mismo ejercía de extremo que se ubicaba en no pocas ocasiones como compañero de Vietto en la punta del ataque. En este sentido, el vallisoletano se entendió perfectamente con Vitolo a la hora de repartirse las tareas.

Punto y aparte, como siempre, merece un Nasri que arrancó con aparente desgana, como si no estuviera a gusto en una noche tan escasamente exigente, y que fue engrandeciendo su figura hasta convertirse en el verdadero dueño de todas las operaciones. El juego del francés es espectacular y más aún cuando se observa casi a ras de campo. Acude a solicitarle el balón a sus compañeros a cualquier zona y a partir de recibirlo otea el horizonte para buscar el punto débil del rival. La pelota la mueve de un lado para otro y vuelve a acudir a ofrecerse para recibirla de nuevo.

Paradigmática fue en este sentido la jugada que sirvió para sentenciar definitivamente la contienda. Balón robado en el costado derecho, lo saca Franco Vázquez después de evitar el tackle de un rival y el argentino observa la llegada por detrás de Nasri para dejarlo con todo de cara con un excelente taconazo. Hasta el Mudo, el otro creativo de la plantilla, tuvo claro quién tenía los galones para convertir la contra en letal. Es, pues, Nasri quien arrancó por detrás del centro del campo para abrir hacia Mariano y tener tiempo de llegar al remate para evitar a Livakovic con cierta sutileza.

No hay mejor manera para exponer la trascendencia que tiene Nasri en este equipo en su función de Banega. El francés ya había cambiado de marcha en torno al cuarto de hora después de hacer que hasta ese instante se jugase con una parsimonia insoportable, con balones siempre al pie y con escasos desmarques por parte del resto de sus compañeros. Pero todo cambiaría, curiosamente, cuando se dolió de su tobillo en un salto. Incluso parecía que le iba a costar seguir en el juego, pero no fue así. Volvió a correr con normalidad y hasta pudo anotar el primero de los blancos en un fenomenal pase de Escudero que no llegó a meter entre los tres palos en una situación bastante parecida a la que después se convertiría en el cero a uno. Al menos le sirvió como un entrenamiento más para acertar con posterioridad.

El Sevilla ya sí había soltado amarras y buscaba la sangre con aperturas hacia las dos bandas, las zonas más desprotegidas de la endeble defensa del Dinamo. Hasta que llegó el tanto cerca del intermedio. Si el cuadro de Sampaoli había mandado hasta entonces, nada pareció cambiar después de que los dos entrenadores pudieran aconsejar a los suyos algunas situaciones nuevas del juego. El balón circulaba siempre en las piernas de jugadores sevillistas, con el apoyo de Rami por detrás para desahogar a quien estuviera en apuros para conservar la pelota y buscar ese sometimiento del que tantas veces habla Sampaoli.

Eso sí, las llegadas arriba tampoco eran muchas, eso es cierto, pues parece que este Sevilla intenta aletargar al rival a la espera de que éste se descubra y abra una vía posible hacia el gol. Fue Franco Vázquez quien la halló con un gran pase hacia Vietto, pero su compatriota después de un extraordinario control erró cuando el cero a dos parecía lo más fácil. Se había esfumado la opción de liquidarlo todo por la vía de urgencia y a partir de ahí hasta el Dinamo iba a tener el orgullo de pegar un par de arreones en los que parecía que Sergio Rico pudiera tener alguna incidencia en contra. Nada de nada, fuego de artificio por parte de unos croatas muy inferiores. Todo lo más, un disparo lejano de Soudani que se fue ligeramente desviado por un lateral.

Pero la incertidumbre de un cero a uno siempre iba a estar latente, entre otras cosas porque tampoco Vitolo pudo evitar la salida de Livakovic en otro acercamiento peligroso. Dio igual, el Sevilla tenía ya asegurado el triunfo y con ello medio billete para los octavos en el bolsillo. No está nada mal cuando apenas se cierra la primera vuelta. Poquito a poco, se hace camino al andar.

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