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Qué lejos el 19 de agosto...

  • El Bernabéu, el mismo escenario de aquella cima de la Supercopa de España, vio el peor partido del Sevilla en mucho tiempo, como si hubiera tocado fondo

Paradojas de la vida. El Sevilla eligió el mismo escenario en el que se exhibió ante toda España aquel 19 de agosto de la vuelta de la Supercopa para firmar el peor partido que se le recuerda en muchísimo tiempo, quizás el peor en su último ciclo de éxitos, un ciclo que, evidentemente, se terminó de acabar con la eliminación copera y la de la Champions. Qué lejos queda aquel día y qué de cosas han pasado desde entonces. La sensación no puede ser más contradictoria. De la cima a la sima, en el mismo Santiago Bernabéu.

Es cierto que se trata de un estadio que, salvando aquel recordado 3-5, o aquel otro 0-1 con gol de Julio Baptista en tiempos de Joaquín Caparrós, nunca se le ha dado bien al Sevilla. El equipo de Nervión está muy estigmatizado por la historia maldita que lo ha perseguido en Chamartín y ayer dio otro ejemplo de ello, otra página oscura en la historia de los Real Madrid-Sevilla. Porque la imagen del equipo fue paupérrima, de las que cabrean al aficionado de a pie.

También es verdad que era una tarea muy complicada sacar tajada del Bernabéu en las condiciones en las que las huestes sevillistas afrontaban el duelo. El Real Madrid, jugándose el título. Teixeira Vitienes, como responsable del pito y de las tarjetas. Y, sobre todo, con una nueva defensa inédita a la que volvió Crespo y en la que debutó David Prieto -que ya se había estrenado en Primera División con Caparrós- junto a Mosquera y Adriano. Demasiados factores en contra para un equipo que comenzó su anticlímax aquel 19 de agosto. No hace falta recordar el cúmulo de acontecimientos que comenzaron a acaecer justo después de aquella exhibición y la única lectura positiva que se puede realizar al respecto es que, posiblemente, el Sevilla haya llegado al final de ese anticlímax, a su punto más bajo. Y de eso no tiene culpa la defensa solamente.

Por mucho que la línea de retaguardia fuera endeble, dubitativa y fallara en los tres goles madridistas, no se deberían cargar las tintas contra ella. Defender es una tarea de equipo y las lagunas en esa faceta comienzan mucho antes. ¿Qué le ocurre a esa pareja de medios centro que iba para sensación en la Liga y la Champions y que traspasaron ayer Sneijder, Guti, Robben y compañía como una cuchara abre un flan de huevo? ¿Cuántas veces aprovechó Sergio Ramos el pasillo que deja Diego Capel?

Como un castillo de naipes, todos los jugadores sevillistas se fueron desmoronando a poco que las dudas de inicio se incrementaron con el enésimo gol a balón parado -en claro fuera de juego de Cannavaro y Sergio Ramos, que se lanzaron al remate-. Y que aumentaron cuando Jiménez cambió de idea y sacrificó a Crespo, que ya tenía tarjeta, al poco de la media hora. Y que siguieron acrecentándose conforme Teixera Vitienes, ese mal árbitro que formó el lío en el derbi de las camisetas, fue cargando de tarjetas injustificadas a los defensas de rojo.

Y junto a las dudas, los agujeros del flan de huevo, la separación de líneas y la falta de actitud defensiva, el bajón físico. Porque cabe recordar que el Sevilla prácticamente no tuvo pretemporada entre partidos oficiales de agosto y el viaje a Chicago y eso tenía que dar la cara. Y éste es otro factor más. Dudas, falta de actitud, de implicación, incertidumbre sobre el futuro próximo de sus estrellas... Se mezcla todo en un escenario como el Bernabéu y sale el peor Sevilla que se recuerda.

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