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De mal en peor

  • Errores repetidos en la confección de las plantillas han hecho bajar el listón tanto en los tres últimos años que Monchi vuelve a ser señalado. Otra vez la undécima plaza, el punto fatídico.

Impotencia y desesperación son dos de las sensaciones que experimenta el aficionado sevillista cuando ve a su equipo jornada tras jornada manejado por cualquier rival, ya sea el Levante que pasaba por un mal momento tras su eliminación europea, el Mallorca que llevaba seis meses sin ganar en casa y que tras hacerlo ante el Sevilla volvió a perder o el Celta luchando por salir de abajo.

El Sevilla se supera a sí mismo en su incompetencia. La degradación deportiva que ha sufrido en los últimos tres o cuatro años lo ha llevado al punto actual, en el que hablar de mediocridad suena demasiado light. Desde la marcha de Manolo Jiménez, destituido con el equipo quinto en la tabla, todo ha sido un bajar escalones año a año, aunque en las dos últimas temporadas ha sido hacerlo de dos en dos o de tres en tres. Antonio Álvarez fue destituido con el equipo sexto tras haberlo clasificado para la Champions y haber ganado la Copa. Manzano no renovó pese a haber metido al Sevilla en Europa, quinto... y aquí llegó el gran descenso: Marcelino fue destituido con el equipo undécimo en la jornada 21, Míchel renovó acabando la Liga en el noveno puesto y fue sustituido también undécimo al término de la primera vuelta por Unai Emery, que hoy tendrá al Sevilla también undécimo.

¿Y qué ha pasado para que la degradación sea tan acusada en un club que hace apenas cinco años luchaba por estas fechas incluso por el título de Liga? Aunque pueden señalarse otros aspectos, la confección de las plantillas, con decisiones muy discutibles, se ha convertido en el gran lastre proyecto tras proyecto de la secretaría técnica, que dilapidó en poco tiempo lo recaudado en ventas sonadas, la última con nombre propio y una cifra astronómica: Daniel Alves y más de 40 millones de euros.

El Sevilla aún se aferra a las posibilidades que con Emery mantiene para ir a Europa, sobre todo porque las plazas este año van a ir más allá del sexto puesto, pero la llama de esta ilusión cada vez es más débil y la afición lo ve. El paupérrimo bagaje de puntos obtenidos fuera de casa, 7 en toda la Liga, habla bien a las claras de la escasa entidad que demuestra el Sevilla en el campo cuando está fuera de su hábitat. Una plantilla con muchos jugadores demasiado jóvenes -en lo que habría que pensar si el club quizá busca más una revalorización futura que un rendimiento inmediato- y despersonalizada por la escasa presencia de jugadores de la casa hace estrellarse a cada entrenador que llega a Nervión. Sólo la frescura de Alberto Moreno se sale de este guión, pero el sevillista se sigue preguntando por qué está Babá en esta plantilla con un coste de 3,5 millones, qué pinta Stevanovic aquí teniendo a Jesús Navas en su puesto si encima no había dinero para fichar o por qué Luis Alberto marca goles cedido en el filial del Barcelona o -es verdad que de manera ventajista esta semana- Rodri lo hace con la camiseta del Zaragoza ante el Madrid.

Muchas preguntas que ponen en el disparadero el hacer de Monchi (o las atribuciones que ha dado en este tiempo a Víctor Orta), con el que hay curiosidad por ver qué recorrido tienen al final de temporada las palabras que pronunció en la Junta General de Accionistas prometiendo poner el cargo a disposición del consejo (está por ver que éste acepte el envío) si el equipo no logra sus objetivos.

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