Economía

'Shale gas' y parsimonia europea

  • Gracias al 'fracking', EEUU ha protagonizado una verdadera revolución energética. Europa va con retraso y se las ve y se las desea para producir una normativa de general aceptación.

HA sido una semana con señales contradictorias: hace pocos días el comisario europeo de Energía y Clima se pronunciaba en una entrevista dispuesto a promover una legislación básica europea que permita avanzar en la investigación de la existencia de reservas de hidrocarburos aprovechables mediante fracturación hidráulica. Aludía el comisario a la revolución energética que se ha producido ya en Estados Unidos y que, además de una posible futura autosuficiencia, ha tenido dos consecuencias beneficiosas para la economía americana. La primera es un reemplazo de gran escala de carbón por gas natural para producir energía eléctrica, con lo cual no sólo se ha abaratado ésta, sino que se ha producido una reducción significativa -y gratuita- de las emisiones derivadas de la generación eléctrica. De hecho, Estados Unidos se está convirtiendo en un exportador de carbón que probablemente le compraremos los europeos.

La segunda consecuencia es la contribución a la competitividad industrial, tanto para las empresas intensamente usuarias de energía eléctrica como para aquellas que utilizan el gas natural (metano) como combustible o como materia prima, por ejemplo para la producción de metanol o de amoníaco.

La competitividad industrial basada en la disponibilidad y coste de la energía va a ser de la mayor importancia en el siglo XXI, ya que las diferencias debidas a los costes laborales se van a ir atenuando por la subida de los salarios en los países ahora de bajo coste y porque futuras nuevas ganancias de productividad contribuirán también a reducir las actuales diferencias de costes laborales. Y existen pocas dudas en cuanto a que los costes de cumplimiento regulatorio (ambientales, seguridad, etcétera) van a ser crecientes.

Estados Unidos, pues, ha comenzado el siglo XXI con una competitividad industrial reforzada a largo plazo, justo cuando en Europa nos hemos dado cuenta de que la industria era importante, pero no somos capaces de asumir que su competitividad está vinculada al coste de la energía para buena parte de las actividades industriales.

Sólo en el Reino Unido y en Polonia se están tomando muy en serio la exploración de este tipo de hidrocarburos, aunque también se está investigando en Dinamarca. En el primer caso porque desde que Jevons escribiera The Coal Question no tienen dudas de la estrecha relación entre competitividad y costes y disponibilidad de energía, además de que asumen que posiblemente tendrán que suplir en el futuro parte de los ingresos que ahora provienen de la extracción de petróleo en el mar del Norte. Están tratando, con gran inteligencia, de desarrollar una normativa que estimule la inversión en investigación, bajo una reglas ambientales estrictas pero razonables; es decir, realistas con los riesgos y externalidades negativas que son objeto habitual de exageración por parte de los opositores a la técnica del fracking y, en general, a cualquier nuevo aprovechamiento de hidrocarburos. Lo que mueve a Polonia no son sólo las grandes expectativas derivadas de su geología, sino un profundo deseo de independizarse todo lo posible del "gas de Putin".

Una menor dependencia del gas proveniente de Rusia es precisamente lo que se busca con la futura conexión transpirenaica, un posible proyecto para el plan Juncker que permitirá aprovechar más intensamente el espléndido sistema ibérico de abastecimiento de gas. Sólo en España disponemos de dos gaseoductos con Argelia y seis plantas de regasificación en el litoral, un sistema ahora infrautilizado, entre otras razones porque estamos prescindiendo de la generación con ciclos combinados. No obstante, esta capacidad, creo yo que para Europa sería mejor producir gas por nosotros mismos para no tener que importarlo o para evitar sustituir la dependencia de Rusia por la de otros productores. Argelia, por ejemplo.

En nuestro país hace ya varios años que se identificaron recursos de cierta abundancia en la provincia de Álava, pero su explotación todavía no se ha podido iniciar. En la provincia de Burgos la empresa BNK ha progresado mucho en las autorizaciones; de hecho se ha publicado en el BOE el inicio del período de información pública para dos de sus proyectos. Sin embargo, tiene dificultades para hacerse con la posesión de las 10 hectáreas que necesita para uno de ellos, ya que se trata de terrenos de titularidad municipal y los ayuntamientos afectados se niegan a alquilar o a vender unas propiedades que no parecen tener actualmente un aprovechamiento de mayor interés. Sí ha conseguido adquirir tres parcelas que eran de propiedad privada, lo que quizá les permita desarrollar alguno de sus proyectos.

No han sido escasos los ayuntamientos que han pretendido declarar "libre de fracking" su término, aunque el Gobierno ha actuado con celeridad señalando que son completamente incompetentes para tal declaración, al igual que las comunidades autónomas. Parece necesaria una legislación que extienda la evaluación ambiental a la actividad prospectora, aunque en sí misma no tenga grandes implicaciones. Probablemente no persuadirá a los opositores lugareños y tampoco a los capitalinos, pero tiene la ventaja de establecer por anticipado las condiciones ambientales de la operación, en caso de hallazgo rentable.

La orientación para ello ha de provenir de la nueva ley de Hidrocarburos, que también esta semana ha pasado al Senado gracias a los votos del PP y del PNV. Los restantes han votado en contra en el Congreso por algunas razones que no dejan de sorprender: apoya a los hidrocarburos -pues claro, es la ley para eso- no apuesta por las renovables -no es la ley para eso-, apoya el fracking -que es la técnica para aprovechar los hidrocarburos que tengamos- y no introduce competencia -al contrario, nuevos operadores en territorio nacional significa, precisamente, más competencia-.

Con estas posiciones parece claro que va a ser difícil avanzar, sólo falta el consabido anuncio de derogación del PSOE en cuanto recupere la Moncloa.

Pero la realidad es, volviendo a Estados Unidos, que ni el fracking tiene las incidencias ambientales, seísmos incluidos, de las que se le acusa ni está impidiendo el desarrollo de las energías renovables. Al contrario, su ritmo de implantación es cada vez más intenso, pero me temo que en el plazo en el que ellos han hecho una revolución energética nosotros, los europeos, no vamos a ser capaces ni de desplegar una normativa de general aceptación, con esta manía de regular primero y hacer después. La parsimonia se paga, podremos encontrarnos con mucha regulación pero yendo a poco gas.

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