El Fiscal

La ola de calor

  • El Consejo está obligado a tomar la iniciativa en ciertas reformas antes de que lo haga el poder civil en la Semana Santa previa a las elecciones

Imagen de nazarenos con miembros del público acostados

Imagen de nazarenos con miembros del público acostados / José Antonio Zamora (Sevilla)

Qué mérito tuvo el señor arzobispo y los sacerdotes concelebrantes en la misa de toma de posesión de la nueva junta superior del Consejo. Y cómo aguantaron todos los señores consejeros con el Dustin y la corbata puestos en la Capilla Real, en perfecta formación, con la sonrisa esbozada y oyendo una homilía que la mitad, ay, no entendieron. Ya lo decía cierto pontífice: cuando quieras dar una noticia importante dirígete al colegio cardenalicio en latín, pues la mayoría de los purpurados no tienen ni idea. Ahí estuvo monseñor Saiz empeñado en que se enteren del concepto de sinodalidad. Y daba dolor ver el rostro de algunos al oír una y otra vez la palabra. Y ahí estuvimos algunos. Este fiscal se estrenó en una toma de posesión de un presidente del Consejo. ¡Ya era hora! Pero el calor nos obligó a una salida prematura. Quizás hubiera sido un buen gesto haber impuesto la media etiqueta sevillana en tiempos de calores: la camisa cubana. La ola de calor lo invade todo y obliga a medidas extraordinarias. ¿No ha cerrado la ferretería de la Puerta Carmona varias tardes alegando “altas temperaturas”? Pues a ver si nos olvidamos de unos trajes que no tienen ningún sentido en esta tierra en estas fechas, como no lo tiene que las calles no se planifiquen con sombra cada vez que hay obras de reurbanización.

Pues ya que tenemos nuevo Consejo hay que recordarles a los señores consejeros que a los cargos no se llega a disfrutar. Diferente es que después haya momentos de enorme satisfacción interior. La ola de calor impide tal vez contemplar un horizonte cargado de retos que obligarán a estar muy atentos. A esa casa no se puede llegar para lucir un chaqué o soñar con el rato de gloria en el denominado palquillo.

Malo sería que se impusiera el espíritu de Lampedusa, tan cómodo siempre en la institución, porque tarde o temprano habrá que hincarle el diente a los grandes asuntos pendientes. Es mejor tomar la iniciativa, no pasarse el otoño en la bartola y no aguardar a que el poder civil se adelante en una Semana Santa que es previa a las elecciones municipales. No nos cansaremos de repetirlo.

El reto no puede ser controlar la imagen pública, la que proyectan los medios. Eso es sencillamente absurdo, sino proteger la fiesta más hermosa de la ciudad, ser más transparentes en la gestión y estar donde la sociedad sufre más necesidades. El Consejo no puede ser un colectivo de disfrutones que se duermen en los laureles y que en dos años, necesariamente, comenzarán a advertir los primeros movimientos para suceder en el poder a quien ya no puede repetir. Sí, ahora parece muy lejos todo eso, pero la vida es un cuarto de hora para muchos efectos.

Con un respaldo tan hermoso y tan importante como el que se ha recibido en las urnas, bien merece la pena que Paco Vélez emprenda reformas importantes como hicieron algunos de sus sucesores, como ocurrió con la ordenación de la Avenida, la informatización de la carrera oficial y posteriormente su explotación directa. Los tiempos actuales, en pleno año 2022, demandan recuperar esa iniciativa perdida desde hace 22 años en favor del poder civil, lo que exige anticipación, y cierto criterio. La ventaja que tiene Vélez es que el arzobispo lo va a dejar hacer, no parece que esté en disposición de poner muchos impedimentos o de aplicar una fiscalización severa.

Los señores del Consejo no se pueden quedar como los apóstoles de Montesión: dormidos. Por mucho calor que haga hay que ponerse a trabajar más allá de comprobar que el chaqué se ajusta al cuerpo de cara al 15 de agosto. No vale decir en diciembre que no ha habido tiempo de analizar los asuntos pendientes. Esta vez el Ayuntamiento querrá una Semana Santa con riesgos 0’0 porque el alcalde Muñoz se juega mucho. De hecho ya confesó su profunda preocupación durante las pasadas fiestas mayores, que le quitaron literalmente el sueño.

Con el recuerdo de una preciosa misa, pese al calor, nos quedamos. Con la ilusión de nuevos consejeros como Esperanza o José Joaquín. Con el respaldo a la institución de la Junta, el Ayuntamiento y el Ejército. Ahora cada uno a sus labores. La ola de calor debe convertirse en la de las reformas. Sin miedo, presidente.

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