ESTA ha sido una campaña pesada desde su inicio. Ha cogido fatigados a los artistas, con el repertorio repetido, y muy castigada a la afición. Hubo novedades. Arriola no ha escondido a Rajoy como en diciembre e Iglesias parecía hipotenso; no se ha sulfurado. Es posible que ayer haya aprendido lo que significa convocar un referéndum para ganarlo... y perderlo. Rivera ha sido más incisivo y fue el mejor en el debate a cuatro. Y a Sánchez no se le ha visto nada especial, ni malo ni bueno. Los extremos han jugado al disimulo. El PP se presenta como moderado, aunque el CIS en una escala de 10 lo coloque a 1,65 de la extrema derecha. Y Podemos ha limado su perfil hasta presentarse como socialdemócrata, para irritación del PSOE y regocijo de los dirigentes del PCE, encantados de navegar en barco ganador. El deterioro de las clases medias ha radicalizado el voto y España no se gobernará desde el centro sino desde algún extremo, con ayuda de uno o los dos del centro. Sólo queda que hablen los electores: Vote por ideología, por interés, por simpatía, por ajustar cuentas, pero no haga caso del perverso llamamiento al voto útil, al mal menor. No deje que le expropien, le confisquen o le desahucien el voto. Vote lo que le pida el cuerpo. Después se medirá la autoridad de cada dirigente por los millones de votos que tenga detrás.