Movilización

El poder de las redes

  • Uno de los pilares de la estrategia que llevó a Obama a la Casa Blanca ha hecho escuela y no hay partido político con aspiraciones que no esté pendiente de internet

VEINTE millones de seguidores tiene Obama en las redes sociales. Los expertos en asuntos electorales ya advirtieron hace seis años de que la estrategia del candidato a la presidencia de Estados Unidos rompía todos los esquemas utilizados hasta el momento, y que más valía tener en cuenta el campo en el que se movía porque el uso de Facebook -la red más influyente en ese momento, la pionera- podía dar un vuelco a los pronósticos de las empresas especializadas en sondeos, que colocaban a Hillary Clinton por delante del abogado de Harvard que se había marcado lo que parecía misión imposible: ser el primer hombre negro que llegara a la Casa Blanca.

Los responsables de la campaña de Obama no se conformaron con explicar el proyecto de Obama a través de Facebook, sino que fueron más allá. Gracias a esa red pidieron contribuciones económicas de no más de cinco dólares, lo que además de servir de sostén a la campaña, en cierto sentía comprometía el voto. Millones de jóvenes que se comunicaban entre sí a través de Facebook se convirtieron en elementos fundamentales para conseguir votantes para el candidato, que en esas fechas ya conocía sobradamente que un porcentaje muy alto de la juventud americana y del resto del mundo habían convertido la red social en un elemento clave de convivencia. A él le interesaban fundamentalmente los jóvenes, y fue lo suficientemente inteligente para seguir cultivando su presencia en las redes sociales una vez alcanzada la presidencia del Gobierno, lo que provocó que cuando tuvo que iniciar la campaña para conseguir un segundo mandato, partía con una clara ventaja sobre su adversario, Mitt Romney, gracias en gran parte a los veinte millones de seguidores ya consolidados, en su mayor parte incondicionales y más que probables votantes. Romney y su equipo sólo advirtieron de la potencialidad de las redes sociales cuando faltaban tres meses para que se llegara a la fecha de celebración de las presidenciales.

El buen uso que dio Obama a las redes sociales ha abierto camino a la mayoría de los dirigentes políticos de todo el mundo, que han incorporado a sus equipos electorales a expertos en moverse a través de internet. Los dirigentes políticos más activos son los americanos, con una gran ventaja para Obama: veinte millones de seguidores frente a los tres millones de seguidores del colombiano Santos o la argentina Cristina Fernández. En España, Mariano Rajoy tiene medio millón. Quien se muestra más activa en las redes es Rosa Díez, y no es casual que su partido UPyD haya conseguido tanto predicamento entre los jóvenes, que son los clientes más numerosos de Twitter, Facebook e Instagram.

A través de las redes, explicaba un experto en la utilización de las redes, un político seduce; y, una vez seducidas las personas contactadas, a través de la red hay que intentar convertirlas en agentes activos que aporten nuevos votantes.

En los últimos años los partidos han contratado a expertos en estrategias diseñadas especialmente para las redes sociales y también en elaborar páginas web con contenidos propios de quienes viven enganchados a internet. Ya no hay partido con aspiraciones de gobierno que no haya creado un departamento específico para los usuarios de las redes sociales. Estudian a esos usuarios que, sin darse cuenta, a través de las redes ofrecen datos interesantes sobre su perfil que, analizados por los expertos en electoralismo, permiten marcar líneas de actuación efectivas en las campañas electorales. De sus comentarios se deduce cuales son sus preocupaciones y también qué les interesa: sus gustos a la hora de vestir, películas, a qué dedican sus momentos de ocio, cuáles son sus equipos de fútbol, hacía qué temas de actualidad son más sensibles o qué asuntos les producen rechazo. Todo ello puede convertirse en material esencial a la hora de lanzar mensajes atractivos para los votantes.

De la misma manera que los políticos se han dado cuenta rápidamente de la utilidad de las redes para captar apoyos o para pulsar la sociedad, los movimientos antisistema -además de infinidad de otros sectores sociales entre los que se incluyen head hunters, empresarios, la comunidad educativa o incluso telepredicadores- han encontrado en las redes el método más eficaz para organizarse.

La mayoría de los jóvenes, desde mucho antes de la aparición de internet, quieren formar parte de un grupo porque es ahí donde encuentran amigos, se relacionan unos con otros, encuentran seguridad y confianza en sí mismos. En estos tiempos de crisis económicas, dificultad para encontrar trabajo, fracaso escolar y escaso interés por el estudio pues ya no es una salida para garantizarse el futuro, los antisistema han encontrado el terreno abonado para captar a sus seguidores. Y lo hacen a través de las redes que internet pone a su disposición.

Los primeros indicios de que Facebook era el principal elemento de comunicación de los antisistema se vieron hace media docena de años cuando esos grupos provocaron importantes manifestaciones contrarias a la celebración de cumbres internacionales europeas, reuniones de la OTAN, del G-8 y G-20, o protestaban contra las primeras medidas de ajuste que imponía Bruselas a los países más castigados por la crisis. Desde esos tiempos se ha mantenido la metodología hasta ahora, mejorada con el transcurso de los años, cada vez más potente, cada vez más eficaz. Es la razón de que días atrás Erdogan prohibiera Twitter en Turquía, aunque las presiones de todo tipo le obligaron finalmente a levantar la prohibición.

En España, una veintena de movimientos antisistema, algunos de ellos de violencia extrema, organizan todas sus actividades públicas a través de la red. Su capacidad de movilización es tan amplia que ha obligado a los cuerpos y fuerzas de seguridad y al CNI a crear departamentos especializados en analizar las redes sociales para prever sus revueltas callejeras.

Nada es casual, cada uno de sus convocatorias tiene un objetivo y está perfectamente organizada para captar la atención en un punto determinado por razones muy concretas; generalmente para que se levante la vigilancia sobre otro tipo de actividades o simplemente para mantener la tensión y la cohesión de un grupo que podría desaparecer por falta de actividad. Así se entiende que un conflicto como el de Gamonal, que no tendría que afectar más que a algunos de los vecinos de un barrio de una ciudad como Burgos, se convirtiera en un símbolo nacional. Sin embargo los manifestantes del barrio, como ha ocurrido en Madrid o en otras ciudades españolas, se encontraban invadidos por miembros de organizaciones antisistema que nada tenían que ver son sus problemas.

Los movimientos sociales hoy, que se han convertido en protagonistas de la última semana por los graves sucesos ocurridos el día 22, o por las revueltas en distintas universidades, de una violencia inusitada, son capaces de movilizar a centenares miles de personas en apenas dos horas.

En Los Ángeles se acaba de poner de moda bloquear la actividad de los grandes centros comerciales: los convocados acuden masivamente y los colapsan, hasta el punto de obligar a los clientes a abandonar, asustados, las tiendas, y finalmente los responsables de seguridad se inclinan por el cierre para evitar males mayores.

El poder de los grupos organizados a través de redes puede ser inconmensurable.

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