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Crítica de Teatro

Gloria al ingenio de los ingenios

Cuatrocientos años después de que se escribieran, escuchar los versos de Lope sigue siendo una delicia, la expresión de un brillantísimo alarde de ingenio que el autor pone al servicio del amor, de sus emociones y contradicciones.

Versado como nadie en el arte de la comedia, Lope construye en El perro del hortelano toda una galería de atractivos personajes cuyo único motor es el juego amoroso y los intereses que a menudo lo acompañan. El sí pero no de la protagonista, una condesa enamorada cuyo honor no le permite rebajarse hasta el objeto de su amor, de una clase social inferior, logra mantener en pie la intriga durante casi dos horas. Nada se dice de sus padres, de su educación... El torrente de versos revela sólo la inteligencia y el ansia de libertad de la mujer y el obligado sometimiento de cuantos la sirven.

Con esta trama, muy popular gracias a la versión cinematográfica realizada por Pilar Miró en 1996, Pimenta ha realizado un bonito montaje que fluye de principio a fin, lleno de detalles que acentúan la comicidad hasta provocar la carcajada y dejan el tiempo necesario para reflexionar sobre los sentimientos; los de ayer y los de siempre.

La caja blanca llena de puertas de Sánchez Cuerda permite una escena limpia en la que la acción es la única protagonista, un dinamismo de cuerpos que entran, salen, se ocultan y danzan, tachonado de sorpresas escénicas como la aparición del verde jardín posterior o la lluvia de pétalos que anuncia el final.

Los actores y actrices, frescos y llenos de brío, están realmente magníficos. Sin embargo, hay versos que no se entienden y eso no debería ocurrir en una CNTC.

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