Concierto de Luis Miguel en Sevilla

Luis Miguel, la voz prodigiosa del pop latino más allá de Google

  • Tras siete años de ausencia y con su convulsa vida expuesta en uno de los últimos éxitos de Netflix, el artista vuelve a hacer vibrar al público sevillano con su última gira 'México por siempre'

  • El cantante ofreció un colorista concierto de más de dos horas en el que repasó los grandes éxitos de sus más de 36 años de carrera

Luis Miguel en concierto

Luis Miguel en concierto / Antonio Pizarro (Sevilla)

Aunque la trayectoria de Luis Miguel esté salpicada por noticias recientes que aluden a una vida personal convulsa (la desaparición de su madre, un padre manipulador, una hija no reconocida, cancelaciones y escándalos varios) que ha dado a conocer con todo detalle la serie autobiográfica lanzada por Netflix, lo cierto es que el artista consiguió en su regreso a Sevilla que el público dejara a un lado las etiquetas que lo posicionan en Google para entregarse a lo que lo ha situado durante décadas en la cumbre de la canción melódica latina.

Así, los miles de fans que esperaban su vuelta a la ciudad tras siete años de ausencia y con futuro incierto, olvidaron rápidamente los cuarenta minutos de espera y cambiaron los silbidos y las quejas previos por efusivos aplausos y oles en cuanto las luces se apagaron y el cantante pisó el escenario del Estadio Olímpico con un su inmaculado traje negro y un redoble de tambores que anunciaban las más de dos horas de concierto que quedaban por delante.

Desde el minuto uno Luis Miguel se dejó querer y ofreció un espectáculo colorista y cuidado al milímetro en el que superó los problemas iniciales de sonido para recorrer los grandes éxitos de sus más de 36 años de carrera -que se dicen pronto-. Un intenso encuentro en el que el puertorriqueño, acompañado de tres coristas y un elenco de ocho músicos, fue enlazando baladas míticas como Por debajo de la mesa, Hasta que me olvides, Incondicional o No sé tú, que todos corearon al unísono como si la oyeran por primera vez; los clásicos boleros que resucitó e hizo suyos junto al piano (Se te olvida, Contigo en la distancia) y los temas pop como Amor, amor, amor, Te necesito o Si te vas, con el que inició el repertorio. Además del bloque final de rancheras, rodeado de mariachis, con el que invitó a una fiesta en este México por Siempre, la gira de presentación de su último álbum tras ocho años de silencio discográfico y el segundo que dedica a un género que nadie en la actualidad interpreta tan bien. De hecho, fueron estas canciones, especialmente la eterna La Bikina, las que levantaron más furor entre los asistentes.

“Siempre me ha gustado cantar”, dice siendo un niño en el corte del vídeo promocional que aparece en su página web y que cierra con una de sus sonrisas últimas en un directo en el que, como recalcó este jueves en Sevilla, reconoce que le ha merecido la pena dedicar su vida y su carrera a quienes lo quieren por lo que fue, es y será siempre. “Qué lindo público, gracias a toda la gente bellísima que nos acompaña esta noche. Su presencia lo es todo. Arriba”, afirmó en una de las pocos guiños que dedicó a los sevillanos.

Lo que hizo Luis Miguel fue cantar una canción tras otra, encontrando en este método su mejor forma de demostrar que sigue siendo el ídolo que movía masas por esos 80 y 90 que con él resultan tan cercanos. Resurgiendo de sus propias miserias para enseñar por qué está ahí, como una estrella invencible. Renovándose a sí mismo con versiones que sonaron completamente nuevas, pese a los años.

De esta forma, sin demasiado espacio a la improvisación (sólo se saltó el guión para recoger algún ramo de flores), el intérprete marcó a sus 48 años la que promete ser una nueva senda en su trayectoria. Porque hablar de esta leyenda viva del pop latino es hacerlo de un hombre que ha sabido cautivar a varias generaciones con un sello personal que ahora siguen de cerca muchos otros como David Bisbal, en sus giros, o Miguel Poveda, en su puesta en escena. Y, sobre todo, la de un artista con una voz prodigiosa que suena en estos momentos con el mismo brillo, matices y la misma potencia que antaño, igual de entusiasta.

Se echó de menos, eso sí, las pantallas laterales que ayudaran a apreciar sus gestos, también únicos, que se perdieron desde gran parte de las gradas, donde por cierto las entradas superaban en muchos casos los 100 euros (67,50 euros costaban las más baratas de pista). Dejes propios de divo que se lleva practicando desde no se sabe cuándo y que conforman el todo por el que los espectadores, maduros en su mayoría pero también jóvenes, lo igualan a grandes como Frank Sinatra.

Para su próxima cita en la ciudad habrá que esperar. De momento, este tour mundial sigue en España con Murcia, Barcelona, Marbella (11 de julio) o Valencia entre las próximas paradas.

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