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Quién te ha visto y quién te ve

  • El Betis, uno de los equipos con más espectadores, refrendó con un triunfo sin apuros ni virtuosismos contra el Eibar su creciente trayectoria en la tabla

Cristian Tello saluda a Dani Giménez al término del partido ante la presencia de Mandi y Bartra.

Cristian Tello saluda a Dani Giménez al término del partido ante la presencia de Mandi y Bartra.

El Betis anda irreconocible. Gana, gana y ganó por cuarta vez en cuatro partidos. Sólo lo recuerdan los más memoriosos del lugar, los mismos que recordaban en las repletas gradas del Villamarín aquello de que, en el fútbol, manda la competición y ordenan los puntos, los 49 que sitúan al equipo de Quique Setién en una quinta plaza -provisional- que no veían los parroquianos verdiblancos desde la temporada 12-13, aquella en la que Pepe Mel y sus infantes lograron la clasificación europea.

Quién te ha visto y quién te ve, Betis. De entrada, ayer fueron más de 50.000 espectadores los que arroparon in situ al once sobre el césped desde que el balón comenzó a girar. Junto a ellos, pues no se podía escatimar grados de calidez en la tarde primaveral que fue tirando a fresca, los cientos de miles que atienden por televisión las correrías de la escuadra de Setién en la Liga, propulsado a la quinta posición, a expensas de lo que haga mañana el Villarreal frente al Athletic.

El equipo bético es hoy uno de los más seguidos en el estadio de toda la categoría, sí, pero también lo es en las televisiones e incluso en los diversos canales de Internet, cuyos números reflejan con cifras la repercusión de un Betis que, gane o seduzca con virtuosismos y arabescos, ofrece a su afición un atractivo inusitado. Esto es ahora, pero hacía tiempo que Heliópolis no vivía esta repentina fiebre del oro, este desafío continental. Eso es ahora. Antes, salvo aquella brillante campaña de Mel, no había quien disfrutara viendo a los verdiblancos, ya fuera porque no ganase, ya fuera porque sus jugadores apenas hilaban dos pases seguidos.

¡Por las que hilan!, había sido el grito de guerra del equipo bético hasta que Bartra y el 3-5-2 impuso un orden racional en la retaguardia. Por los que hilan y por lo que hacen puntos. Uno tras otro. El Betis de Setién -posesión, hegemonía y sometimiento al poder- era hasta hace bien poco una verdadera rueca de hilar pases. Del hilo, Setién se ha pasado a la lana, punto tras punto, escalón tras escalón, en una especie de desdoblamiento identitario que lo ha alzado hasta sus máximas cotas. Este Betis, que no tiene nada que ver con el equipo de las temporadas precedentes, no es tampoco el que era al principio del ejercicio.

Aquella probeta experimental en cuyo interior se reproducían aquellas goleadas que tantos casilleros rompieron se ha transformado en un producto (casi) terminado y fiable que no quiebra recuentos ni destroza los músculos cardiacos de sus fieles. Las boticas en los alrededores del Villamarín, al fin, no fueron desbordadas por recetas contra el infarto. Porque ayer, frente al Eibar, el debutante en la Liga, Dani Giménez, apenas sufrió una jugada comprometida. Ahí tuvo mucho que ver, claro, un Bartra quien, secundado por sus compañeros, se erigió en el remedio perfecto contra la angina del pecho bético. Y el Betis no para de crecer.

Setién volvió a dejarse influir por su doble, ese Mr. Hyde que lleva dentro y a quien no le molesta renunciar a veces al fútbol de aluvión made in Cruyff. Quién lo ha visto y quién lo ve, al doctor Jekyll, a aquel Setién. El bético sufriente es ahora un bético feliz.

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