El Cayado

Bellavista

EN un rincón al sur de Sevilla, donde se funden la historia medieval y la expansión contemporánea, se extiende Bellavista. Un barrio que late al compás de Valme, pero que siente muy dentro también la Pasión y Muerte del Señor. Su cofradía de penitencia está viviendo una circunstancia peculiar, que puede pasar diluida para muchos en el café concentrado de la cuaresma. Por debajo del bullicio y las agendas, sigue latiendo la honrosa preocupación de una cofradía que no tiene casa en la que vivir, que tiene su sede provisional en un templo que no es el suyo y que, por ahora, se ve obligada a modificar sustancialmente su estilo procesional para solventar un problema que no han causado ellos, ni los feligreses del Dulce Nombre, pero que afecta a todos por igual. La parroquia fue derruida con la promesa de construir un nuevo edificio, que supliera las carencias del actual, pero la pandemia ha variado sustancialmente los planes de quienes han de financiar este tipo de operaciones.

Las imágenes titulares, después de tan larga espera, no pueden, a día de hoy, procesionar sobre las andas que para ellos, con mucho esfuerzo, labraron sus hermanos y devotos. Jesús de la Salud y Remedios, sin su misterio figurando el Prendimiento recién urdido. La Señora del Dulce Nombre, que viene soñando ya su palio, dorado de sol en una fantasía modernista que, ejecutada con la pericia con la que ha sido diseñada, aportará aires nuevos a la Semana Santa. Todo ello, en suspenso, a falta de confirmación. O buscan pasos más pequeños –complicado préstamo siempre–, o salen en andas -¡qué pena para sus hermanos después de dos años esperando!-, o, con sus pasos y sus enseres, habilitan un espacio digno para poder llevar a cabo la salida procesional bajo una carpa que se escapa de sus posibilidades económicas. Precisan ayuda. A quien esté en su mano: echemos una mano a Bellavista.

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