A Punta de Bisturí

'Consumatum Est'

El Santo Entierro Grande desde el Ayuntamiento.

El Santo Entierro Grande desde el Ayuntamiento. / Antonio Pizarro

Epílogo.

Todo está consumado, y tras la Resurrección del hombre nuevo toca hacer balance de lo vivido y experimentado en nuestras calles este tiempo cuaresmal, en la llamada por muchos “Semana Santa de las Reformas”.

Y es que eran muchas las expectativas puestas sobre los cambios de orden e itinerarios forzados en cuatro días de nuestras Semana Mayor, en la eliminación de más de mil sillas en Sierpes como única modificación de la carrera oficial, vendida como la Transfiguración en el Monte Tabor, y en la Magna Hispalensis del Sábado Santo con la que se ha querido poner fin a la pandemia, aunque se haya vestido de Santo Entierro Magno por efemérides del Rey Santo. Y a modo de resumen hay que decir sin reparos que la nota a todos los test ha sido de notable alto.

En el primer caso, porque los nuevos ordenes en los días han sido pactados por mayoría suficiente de sus hermanos mayores, que han hecho lo indecible por el cumplimiento de las décimas de segundo asignadas en cada punto y cruce, en aras de ganar méritos y no ser movidas del prime time del día en cuestión, lo cual al margen de que en ocasiones los cortejos parecieran manifestaciones por la sanidad pública, nos hace preguntarnos que por qué no se cumplían los horarios en los órdenes históricos con el mismo celo. Aquí el éxito del Consejo radica no tanto en la organización, a todas luces insuficiente puesto que a pesar de los esfuerzos los días finalizaron con retrasos de entre veinte y treinta minutos, sino por haberles metido el miedo en el cuerpo a las hermandades, que han asumido que “casi todas” son susceptibles de ser movidas de la foto. Veremos próximamente para qué sirvieron tantos sacrificios y qué méritos se valorarán para el orden de los días el año próximo, en el cual no duden ustedes que habrá nuevos pactos de pasillo y cambios torticeros.

En cuanto a la reforma estructural de la carrera oficial ha sido todo un avance en Sierpes la eliminación de esos mil cien asientos, y las cofradías han recorrido la calle con mayor comodidad, pero con qué poco nos conformamos en esta ciudad, y qué poco hacemos por cuidar el hermoso legado que nos dejaron nuestros antepasados desde siglos y que tanto bien le reporta a la imagen de Sevilla. Es curioso cómo es la propia ciudad la que ha ido aumentando los espacios en torno a la carrera oficial de Niño de Guevara, desde hace cuatrocientos años con los ensanches en Campana y calle Génova, hoy Avenida, sin que la carrera se adapte a los tiempos ni a los nuevos públicos. Tendrá que llegar quien acometa sin parches una reestructuración de verdad, que modernice las estructuras actuales, e incluso la composición de los días para que los recorridos se dispersen mejor por el mapa de Sevilla. Mientras tanto seguiremos dando la patada hacia adelante al problema, a cambio de apoyos por un palquito de esos que entrelazas las rodillas con el de enfrente, o un pase de favor para lucir gañote por San Francisco.

Y con respecto al Sábado Santo, sólo queda felicitar a Fermín Vázquez y la Hermandad del Santo Entierro por una organización impecable y regalarnos una jornada histórica tanto en emociones, como en plasticidad, así como a todas las que participaron del cortejo litúrgico de la Santa Sepultura e incluso al resto de hermandades de la postrera jornada, que vieron modificados algunos puntos de sus horarios y mermado su público en determinadas zonas, al diversificarse la afluencia de fieles con quince pasos más por las calles. Y a colación de todo lo que se ha hablado del público en cuanto a sus atuendos y comportamiento, aludiendo al crecimiento de visitas foráneas, no estamos siendo justos ni honestos con nosotros mismos, puesto que al margen de algunas bermudas sobre piel lampiña y algún albornoz en los balcones de pisos turísticos, los que acampan en las calles como si estuvieran en Chipiona, los que no dejan pasar por derramarse por las aceras al mínimo síntoma de cansancio, los que visten como si fueran de picnic porque quizás no le explicaron que van a ver a Cristo y a su Bendita Madre, los que siembran de latas, botellas, envoltorios y cascaras de pipas Reyes todas nuestras calles y plazas, son de código postal 410 y dos números más. Así que seamos más autocríticos y abramos un profundo debate para salvar nuestra ciudad y nuestra historia.

PD: Ah, y dejemos a las Hermandades, a los que entienden de arte en todas sus disciplinas, y sobre todo a sus hermanos, a que decidan lo que quieren que se toque en sus repertorios, como se vistan sus imágenes y los exornos florales de sus pasos, que todavía la Loyola no ha sacado que yo sepa el grado de Hermandades ni el Master de Cofrade. Todo se andará

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