La Bocamanga

Las manos

Todo lo que vamos a ver en estos días cuaresmales ha tenido una elaboración, una manufactura –manufactura, de hacer a mano-. La Semana Santa mantiene muchos trabajos artesanales que requieren las mejores manos de la misma forma que mantiene muchos ritos que también las requieren.

Las manos siempre están dónde y cuándo se las necesitan y son muchos los que echan una mano en estos días que rápidamente se alejan una vez caídos los azahares y disipado en el aire el aroma del incienso. Ese curioso efecto autorregulador de la mano de obra en torno a la Semana Santa me fascina, nadie es llamado ni nadie es despedido, simplemente aparecen y desaparecen en el momento preciso como personajes secundarios de la gran obra de teatral que se representa en la ciudad.

Las manos profesionales de imagineros, orfebres, bordadores, tallistas y doradores se afanan frenéticamente en acabar todos los encargos haciendo de la madera, el óleo, la plata, el metal, los hilos, el terciopelo, la seda y el pan de oro, arquitectura de lo eterno porque todo lo hacen para ese siempre que nos acompañará toda la vida

Las no menos profesionales de esparteros, capiroteros, cordoneros y modistas andarán, sobre todo este año, dibujando nazarenos con las yemas de sus dedos entre ramales, pleitas, cueros, cartones, rejillas, badanas, sedas, algodón, rasos, terciopelos, merinos y ruanes. Estos atrecistas, utileros de la penitencia imprescindibles, son a la Semana Santa como las flores a la primavera.

Y por último, pero no menos importantes sino todo lo contrario, las manos de esposas, padres, madres, abuelos y abuelas, tías, madrinas y allegados sentimentales siempre de guardia. Ellos igual cosen dobladillos que fijan escudos, revisten al nazareno en casa antes de salir, colocan capas o colas, aseguran los cíngulos, proveen de estampitas y caramelos, llevan el bocadillo del niño hecho en la inmediatez para garantizar su frescura bajo el antifaz cuando el recorrido se haya alargado lo suficiente, señalan caminos y puertas, sujetan varitas y cirios si es necesario, empujan carritos y, sobre todo, son las manos que llevan de la mano garantizando el futuro en el testigo de una Semana Santa eterna.

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