A punta de bisturí

Me molestan extraordinariamente…

Creía haberlo visto casi todo, aunque está claro que la realidad supera a veces cualquier atisbo de ficción que pudiera imaginarme, en estos momentos decadentes de valores que son cruelmente suprimidos bajo el yugo de cualquier sentimiento narcisista, que ante la apatía popular campa a sus anchas con el único mandamiento de que todo vale si es para ocupar el regio trono.

Y ni que decir tiene que todo es producto de las urnas, pues periódicamente, como el Xacobeo, hay que retratarse con una papeleta en la mano para con ella premiar o castigar una gestión, y en definitiva, censurar un periodo de mandato, en el que si el balance es negativo poder cambiar de aires, que eso ayuda no solo al ganador de los comicios, sino mucho más al que pierde pues los castigos electorales colocan las pilas al personal. Por tanto, nada que reprochar a nuestros lícitos gobernantes, que han conseguido alcanzar sus objetivos de mando tal y como las normas lo exigen, aunque se utilicen artes poco éticas de promesas incumplibles, favores otorgados con el sudor popular, o tener compañeros de viaje poco deseables que hacen un flaco favor a la honorabilidad de nuestra sociedad y sus gobernantes, pues poco o nada tienen de vocacional los intereses espurios personales con el bien común. Es por ello muy socorrida y oportunista la expresión “disfruten lo votado”.

Y también es culpa nuestra, quizás de todos nosotros, cuando exigimos pureza, pulcritud, dedicación y preparación a las personas que ocupan cargos de responsabilidad o son aspirantes a ellas, mientras asistimos desconcertados que los verdaderamente capacitados no desean perder ni un minuto de su tiempo para entregarlo a la causa a costa de su vida personal o su prestigio, religiosamente ganado a costa de una virtuosa trayectoria vital. Pero, en definitiva, echo de menos la presencia en nuestras instituciones de mayor cualificación, experiencia, carisma y moral, quizás porque conocí a cargos y gobernantes de otro calado, de otros tiempos.

Pero lo que me ha resultado más esperpéntico es observar que se quiera censurar las opiniones contrarias al pensamiento único, a la encíclica del divino ocupante del sillón presidencial, y mucho menos que sean expuestas en medios de comunicación o redes. Todos obviamente nos equivocamos, y a veces no son las formas idóneas el que alguien con responsabilidades locales se “despache agusto” con comunicados de tono elevado o arengas en una televisión, fruto de la indignación. Pero que el máximo responsable de todas sus desdichas, y que está en la presidencia para atender, escuchar, coordinar y servir a todos y cada uno de los cargos implicados, sean de su cuerda o no, aparezca en los medios molesto extraordinariamente con el uso libre e irreprochable del derecho al pataleo... pues a mí me molestan extraordinariamente los presidentes que se molestan extraordinariamente con los comunicados de protesta a su gestión… hasta ahí podíamos llegar.

O cómo tenemos que digerir, señor presidente, que vivamos en constante crispación creada bajo su estrategia del “dívide et ímpera”, recurso romano en una sociedad canibalesca, que tiene a familias y vecinos enfrentados y que puede que tarden años algunos de los litigios en recuperar la concordia. O cómo definir, señor presidente, las continuas contradicciones o también llamados cambios de opinión, en esa delgada línea que separa el consenso de la unanimidad, y que provoca que se adopten decisiones absolutamente arbitrarias para después volver a lo anterior dependiendo del interés puntual en cada momento. O cómo analizar, señor presidente, su línea de reformas que no han dado ningún fruto positivo, y que son el telón del escenario perfecto para obviar la verdadera línea de modernización, reestructuración e integración social que deberíamos estar ya trabajando y diseñando de cara al futuro. Nos quedamos sólo en lo de siempre, apariciones de croquetaje en actos, exposiciones y eventos de diversa índole, por lo que no sólo pasará a la historia como una gran decepción, sino por ser el presidente de la discordia y enfrentamiento entre instituciones, honorable curriculum el citado.

Por tanto lo exclamo desde el cariño, con el deseo de que emerjan almas limpias y comprometidas que sean capaces de dar un giro radical a la situación actual, manos que aparezcan para tenderlas ante los conflictos, y voces autorizadas y de peso que sean capaz de conducirnos al mañana con el conocimiento y la experiencia del ayer, en definitiva, un digno ocupante del sillón de la “Casa de Todos” ….. No penséis en La Moncloa, que os veo venir.

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