A Punta de Bisturí

¿Qué hay de lo mío?

Nazarenos por la Plaza de la Campana.

Nazarenos por la Plaza de la Campana. / Antonio Pizarro

Justamente entramos en estas emotivas y entrañables fechas en la Navidad, finalizado el Adviento en el que nos hemos colmado de Esperanza y Expectación, a la misma velocidad que de excesos en las decenas de comidas de empresas, padres del cole y promoción de carrera, comienzan los días más familiares en los que la celebración se traslada al hogar, al calor de un portal que nos lleve al encuentro con la Natividad del Señor y su más tierna infancia.

Sin embargo, no son noticias que nos evoquen a la fraternidad, al amor y la concordia las que nos traslada el mundo cofradiero en nuestros días, como si hubiéramos olvidado en abrir y cerrar de ojos el por qué se fundaron nuestras hermandades o incluso el para qué salimos a la calle a pregonar nuestra fe.

Las cofradías se debaten en una guerra fratricida dentro de cada día de nuestra Semana Mayor para conseguir un buen puesto en su jornada y transitar por el mejor recorrido, sin importar lo más mínimo si eso condena a corporaciones "hermanas" al injusto castigo del ostracismo o a esfuerzos imposibles de realizar. Tan sólo se alza la voz cuando se es personalmente afectada, y se opta por colocarse de perfil si mantenemos nuestro puesto sin cambios.

Se echa en falta que algún hermano mayor, realizado con madera de otros tiempos, alce la voz en el pleno y llame a la cordura, voz autorizada y con criterio que reactive las conciencias y exija el consenso unánime de todos los días, pues sin él sólo se acometerán acuerdos minoritarios e injustos. El año próximo las tornas pueden cambiar, y las mismas estrategias cainitas pueden llevar a que se tomen nuevos acuerdos que castiguen a las que en teoría han salido beneficiadas del envite este año, denostándolas al primer o ultimo lugar, y entonces buscaremos el apoyo con la mirada de los compañeros de jornada… todo un despropósito.

Una voz que puntualizara que las cofradías no se pueden organizar con un algoritmo matemático como si de un videojuego se tratara, pues el papel lo soporta todo y los criterios preconcebidos en un programa informático más aún. ¿Qué pasará cuando después de haber condenado a dos hermandades a ir primera y última, llegue la cuarta a la carrera oficial y el misterio se tire veinticinco minutos de izquierdazos en la Campana? La solución a los problemas de masificación y cruces entre las distintas corporaciones necesita un estudio y un debate más profundo que todo esto.

Una voz que recordara que la institución responsable de la organización de nuestra Semana Mayor, que no es otra que el Consejo, tiene que mimar a todas y cada una de las cofradías a las que representan, no sólo a un sector de las mismas, máxime cuando han recibido de ellas respaldo sabio y masivo en las urnas, por lo que no puede terminar cada mesa de trabajo en siete victorias y dos cadáveres. Los delegados de día deben ser estandartes de consenso, buscar la unión entre los componentes de la jornada y basar su función en estar al servicio de sus hermanos mayores, no al revés, puesto que no se puede fomentar desde el Consejo la perdida de autonomía de las Cofradías de Sevilla, sino la defensa de la misma.

Una voz que reclame un estudio serio de remodelación de la carrera oficial, hecho por expertos neutrales a ningún sector de influencia, y personalidad indemne a la manipulación, que quiero creer que existan todavía en esta ciudad. Todo el que ha vivido nuestra Semana Grande desde la infancia sabe de sobra que los problemas de organización de las sillas y palcos no radican en mil cien sillas de calle Sierpes, y como siempre todo quedará en un maquillaje insuficiente que poco influirá en la seguridad, comodidad y fluidez de los abonados de carrera. Como en el caso anterior nada trascenderá porque al resto de treinta y dos mil sillas no les afectará, ni a los inquilinos de los palcos que seguirán entrelazando sus rodillas como en el Tetris para encasquetarse en el habitáculo, aunque no puedan levantarse al paso del Señor, mientras los pasillos se llenan de pescuezos erguidos con pases de favor, así que “ande yo caliente y ríase la gente”.

Una voz que aglutine, que sume y que pondere, que sea capaz de mostrar ante la sociedad, cada vez mas ajena a nuestro mundo capillita y que ve al Hominis Cofrade como especie en extinción, que somos y podemos mostrarnos fuertes ante la adversidad puesto que los intereses que nos afectan respecto a la ciudad son comunes. Mientras, sólo estamos mostrando nuestro lado más insolidario, una versión de Berlanga de… ¿Qué hay de lo mío?

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