A Punta de Bisturí

Tras tu verde manto

Finaliza, por fin, sí, termina… un año más que nos deja lleno de sinsabores, que ni los arrullos de Maria a su niño en el Belén de cada casa pueden apenas maquillarlo. Siempre se repite la misma historia en estos días, cuando alzamos la copa para brindar por el año nuevo y con él los deseos de pasar página a tantos desengaños que nos ofreció el año que se va, esos seres que ya no están, el azote de un nuevo enfermo en la familia, el trabajo que no termina de arrancar, o esa cuenta corriente que pierde cada vez más dígitos, y nos encomendamos a que ese año que comienza traiga prosperidad y salud para todos los nuestros, con la ansiada Esperanza de que un mundo mejor es posible y que además somos merecedores de ello.

Y ahí es cuando entras tú para quedarte a vivir en mis deseos, sueños de mi niñez en los que quiero acompañarte siempre, en ese reguero de luz que se produce “tras tu verde manto”, con el mismo aire a copla de la marcha cordobesa del célebre Rafael Wals Dantas. Es detrás de ti, como preste en un cortejo litúrgico, donde se despiertan todos mis sentidos, como recorrido de un itinerario vital que te adentra y te saca de una infancia latente a la que todos pertenecemos, y de la que en ese instante no querríamos salir nunca, aunque a veces nos olvidemos de ella con demasiada facilidad. Y veo la multitud que te aclama, y esas miradas de niños y mayores con sus pupilas encendidas, e incluso de nuestros abuelos que emocionados te miran pidiendo por una vida mejor para los suyos, y te invocan deseando recibir tu gracia, de poder verte un año más en la calle.

Y tras tu verde manto me inunda la Esperanza, la de que se alcance la paz y se acabe el dolor de los que viven bajo el padecimiento de la guerra en tantos lugares, algunos que incluso paradójicamente llamamos “Santos”. O la Esperanza que algún día podamos ser felices en un mundo de “humanos” regidos por personas con “humanidad”, donde los egos den paso a la humildad y el narcisismo a la sencillez… parece tan simple, pero qué difícil es.

Esperanza de que acaben los enfrentamientos en el seno de instituciones que tienen como centro de sus devociones a la pasión de Cristo y al dolor de nuestra bendita Madre, y en sus títulos advocaciones como Amor, Piedad, Misericordia o Amparo,… y Esperanza de que el que toca en la banda, el que viste la imagen, el que lleva un cirio, el que toca un martillo, el que escribe en prensa o el que se sienta en el Consejo, en tu nombre sea capaz de pensar en el hermano antes que en si mismo, y que deje de utilizar a las Hermandades como trampolín personal de autoservicio o se crea en un episodio de Juego de Tronos.

Tras tu verde manto me invade la ilusión que me lleva a los días centrales de mi vida, cuando el sevillano se adentra en el epicentro de su historia vital, pues pronto comienza el preámbulo de la cuaresma, el aroma de ensayos y vía crucis, de conciertos y besamanos, y de hermanos que ya no están y que se acercan para acompañarnos desde esos sillones celestiales de la junta consultiva de la gloria. Esperanza de que algún día las hermandades se comporten como tales y su relación entre ellas sea digna de lo que representan en sus pasos, no permitiendo que nada ni nadie interfiera en ello, por intereses espurios que nada tienen que ver con la voluntad de sus hermanos y devotos.

Así que tras tu verde manto te pido que inundes Sevilla de alegría y Esperanza, de fe y de ilusión, tú que tuviste tanto protagonismo en vida de Jesús, haz que lleguen esos días que anhelamos y que casi tocamos tras vivir con fervor esos días de la Epifanía del Señor de Sevilla que parecen brotar de tu manto, que hasta en eso has querido intervenir. Llévanos de tu mano a sus plantas y así como te aclamamos pidiendo tus dones, concédenos también su perdón, la Piedad magnánime del que todo lo puede y habita en la basílica de nuestro corazón.

Ya te dejo, que tienes tarea por delante, pidiéndote un ultimo favor, en este camino que estoy haciendo tras de ti, y que tras tu verde manto no puede tener otro fin que en la misma Esperanza, esa que nos invade cuando te recojas y recibamos por la mañana tu ofrenda, y que dará paso a pensar … en Ella. Así cierro esta pequeña carta personal, pidiendo que me lleves de nuevo a verla, otro año ante su mirada, a esa que te funde entre mariquillas tras el arco,… Esperanza de nombre.

Gracias, Rey Baltasar.

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