El Palquillo

Recorrido por las iglesias del Sábado Santo y Domingo de Resurrección

El Cristo Yacente sale de su templo

El Cristo Yacente sale de su templo / José Ángel García

Y en cuestión de un pestañeo, en un abrir y cerrar de ojos, la Semana Santa ha pasado ante nosotros -y en nosotros mismos- para no volver a repetirse, como si nada hubiera existido. Aún así, nos resta el ánimo y la predisposición de saborear el resto de cofradías que marchan a la Catedral, cuando ya la ciudad muda su color y su espíritu. 

Iglesias con amplia historia y otras más recientes se dan cita en diferentes puntos geográficos de Sevilla, que se suman así a la amplia lista de templos que se configuran como epicentros de nuestra religiosidad popular.

El día comienza en el Plantinar, barrio donde tiene su sede el Sol, la última cofradía en incorporarse a la nómina de la Carrera Oficial. Su cortejo sale de la parroquia de San Diego de Alcalá, dedicada a este santo onubense. Se bendijo en 1971 y desde 1989 es lugar en el que reciben culto el Varón de Dolores y la Virgen del Sol. La corporación cuenta con unas dependencias propias anexas a dicha parroquia, desde donde se forman los pasos. 

La Soledad sale de San Lorenzo La Soledad sale de San Lorenzo

La Soledad sale de San Lorenzo

Curiosa es la historia de la capilla de los Siete Dolores de Nuestra Señora, sede de la cofradía de Los Servitas. Dicha corporación solicitó al arzobispado, en 1714, la concesión de un corral a espaldas de San Marcos para guardar enseres, hasta que terminó convirtiéndose en su propio templo. Su salida es tremendamente emocionante por la maniobra que han de desarrollar los capataces y costaleros, puesto que conforme traspasan el umbral deben girar los pasos por la estrechez de la calle. 

En plena Ronda se levanta la Basílica de María Auxiliadora, un templo con una riquísima historia, necesaria para comprender incluso la evolución de la fe cristiana en Sevilla. De aquí sale La Trinidad, cuya advocación de las Cinco Llagas está presente en la ciudad desde 1557.

Pero antes fue la Iglesia del Convento de la Trinidad, fundado tras la Reconquista de Sevilla por Fernando III en 1248. Tras quedar semidestruida con la invasión francesa en 1808, el convento pasó a usos civiles como cuartel y viviendas hasta la llegada de los Salesianos en 1893. Lo convirtieron en colegio y reformaron la iglesia para convertirla en el Santuario de María Auxiliadora. En este edificio se encuentra situada, según la leyenda, la cárcel donde martirizaron en el siglo III a las Santas sevillanas, Justa y Rufina.

En la calle Alfonso XII se levanta la iglesia de San Gregorio, desde donde sale la cofradía del Santo Entierro, personalísima y singular donde las haya, amén de ser la procesión institucional de la ciudad. Fundada en el siglo XVI, la iglesia perteneció en un principio a un antiguo convento de la Compañía de Jesús.

En el siglo XVIII pasó a ser propiedad del Estado y más tarde ingresó una comunidad de mercedarios, que se mantiene hasta hoy. Por último, nuevamente marchamos hasta la Plaza de San Lorenzo, desde donde la Soledad cierra los cortejos penitenciales del Sábado Santo. Es tradición entre los cofrades acompañar a esta emblemática imagen durante los metros finales de su estación de penitencia, mezcla entre nostalgia y felicidad por haber vivido una nueva Semana Santa. 

Resurrección

Ahora bien, el cierre de la fiesta mayor de Sevilla no se entiende sin la fachada hermosísima de Santa Marina, donde tiene su sede la joven pero trascendental cofradía de la Resurrección. Dicho templo, situado en la calle San Luis, pertenece al grupo de iglesias fernandinas que se levantaron tras la Reconquista, por lo que data del siglo XII.

Su sencillez la convierte en una iglesia absolutamente mágica y desenclavada de otro tiempo. Destaca especialmente la Capilla de la Aurora, con lacería de ladrillo y yeserías mudéjares.

Aunque sufrió los disturbios del año 1936, también fue reseñable el incendio de 1981, tras el que padeció su última restauración. Desde entonces es sede exclusiva de esta hermandad lasaliana, que pone el broche de oro a la Semana Santa a los sones de Amarguras. 

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