El Palquillo

Una vida entre la Macarena y las Hermanas de la Cruz

  • Inmaculada Rodríguez. Madrina en la coronación de la Esperanza Macarena

Con 17 años representó a las Hermanas de la Cruz en la coronación de la Macarena. "Fue un acto de obediencia porque yo estaba interna con las hermanas y me eligieron para representarlas durante la ceremonia. No era consciente de lo que suponía hasta que llegó el momento", recuerda. La vida le dio un vuelco delante de la Macarena. Los padrinos de esa coronación fueron el alcalde, José Hernández Díaz, representando a la ciudad, e Inmaculada Rodríguez, en nombre de las Hermanas de la Cruz. "La madre Marciala de la Cuadra, que era la madre general, decidió que fuera yo, quizás, porque era la menos tímida", recuerda.

Marciala de la Cuadra había sido la más joven en la historia de la compañía en llegar al cargo. Lamentablemente, no pudo vivir la coronación. Murió el 18 de mayo, a los 56 años, en Ciudad Real, en las visitas que estaba realizando a las casas de la compañía. "Parecía que ella sabía que algo le iba a pasar porque cuando se fue de viaje me dijo: "Inmaculada, espero que nos dejes en buen lugar". Yo le dije: "Madre, si usted va a estar aquí".

He llamado al paso de la Macarena en la coronación, cuando el 25 aniversario y en el 50 aniversario"

Ella recuerda los años entre las Hermanas de la Cruz como los más felices de su vida. A pesar de que la educación era estricta, nunca faltó cariño en un entorno donde los valores inculcados crearon una familia que ha estado siempre al lado en los duros momentos que la vida reservaba para esta joven madrina.

"Los envites de la vida, después de lo que le sucedió a mi hija Libia, los voy superando gracias a mis amigas de entonces, que no permiten que me venga abajo, porque la fe a veces flaquea ante tantos problemas que se empeñan en caer sobre Lili. Las enseñanzas de las Hermanas me han ayudado a superar tantas dificultades", reconoce. Y es que esta mujer, aunque de apariencia delicada, casi de niña, tiene una enorme fuerza interior que, además, transmite casi sin querer, de un modo suave, a quien se acerque a ella.

Tras la ceremonia, Inmaculada regresó al convento de las Hermanas de la Cruz para esperar la procesión de regreso. Como madrina, tuvo el honor de llamar al paso y de entregarle el ramo de flores de las hermanas, una ceremonia que repitió en 1989, en el 25 aniversario de la coronación y en la procesión de ida a la Catedral por el 50 aniversario. "Después han venido otras coronaciones, pero como la de la Macarena -asegura- no he visto ninguna".

Lo cierto es que esa coronación se quedó grabada en la memoria de aquella joven. "Allí estaba Franco, el Gobierno en pleno, todas las autoridades, y yo, una muchacha huérfana que vivía con las hermanas de la Cruz. Recuerdo que el hermano mayor de entonces, Ricardo Zubiría, me decía que subiera con ellos al palio para ayudar a colocar la corona, pero yo no cabía entre los dos señores tan corpulentos. Eso sí, fui la primera que la besé", recuerda.

La primera entrevista que le hicieron fue la de un periodista que con el paso del tiempo se convertiría en su marido. Joaquín Caro Romero recibió el encargo de recoger las impresiones de la joven madrina. "La entrevista fue en la portería del colegio, con la hermana portera sentada enmedio de los dos. Él me dejó su tarjeta, y ya no volví a saber más nada hasta tres años después, cuando estaba en Lebrija con mi tío, que era párroco de allí, y vi en la Hoja del Lunes que le habían dado el premio José María Izquierdo; se lo comenté a mi tío y me animó a escribirle para felicitarle. Y, hasta ahora".

Sin embargo, ella estaba convencida de que terminaría siendo una de las hermanas de la Cruz. "La madre superiora, que tenía mucho ojo, siempre me aconsejaba que no confundiera el cariño con la vocación", afirma.

Ella misma se define como poco capillita, pero en Semana Santa tiene dos grandes referencias. Por un lado, indudablemente, la Macarena, que ha estado siempre ligada estrechamente a su vida. Y por otro, Nuestro Padre Jesús de la Salud, de Los Gitanos. " Mis hijas se bautizaron delante del Cristo y le tengo un cariño especial", explica.

"La Macarena la veo por donde puedo, pero no falto a su paso por la Campana ni cuando pasa por el convento del Espíritu Santo. Tres veces he tocado el llamador para mandar levantás: cuando la coronación en el año 1964, en el 25 aniversario y en el 50 aniversario", recuerda.

Reconoce que es ver a la Esperanza Macarena y llorar porque son muchos los sentimientos que lleva dentro. La vida no es fácil, pero aún es más complicada cuando se es testigo y apoyo en el sufrimiento de un hijo. "Me mueve la Esperanza, me lleva a Ella. Le he pedido siempre por mi hija Libia, y ahora más que nunca. Es una niña muy cariñosa y ha sufrido mucho en la vida, pero es una luchadora y sigue adelante", recalca con una sonrisa en los labios.

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