Cofradias

Regreso de San Roque a Santiago

  • Siete décadas después, se abrirán cerrojos en Santiago para que salga el Señor de las Penas de San Roque La historia evoca una tarde de antigua luz y una foto de posguerra

HA sido una de las fotos históricas de la Semana Santa que nunca vimos. Pero parece que estuvimos allí, porque forma parte del imaginario colectivo. Iglesia de Santiago, puerta de la calle Lanza recién ampliada. Domingo de Ramos antiguo y pobre. Años 40, tiempos duros de la posguerra, zarpazos del hambre... Jesús de las Penas, el de San Roque, sale a la calle. Se distingue la imagen del Señor tallado por Illanes, en el paso que estrenó en 1929, custodiado por los antiguos candelabros de guardabrisas. La cofradía está saliendo de una sede provisional, donde permaneció hasta 1944 tras el incendio intencionado de su templo de San Roque en la Guerra Civil. Antes se decía que fue provocado por las hordas marxistas. Ahora parece que sucedió por casualidad.

En la calle Lanza, la gente aguarda al Señor. Se intuye que suena el himno y se ven algunos brazos alzados. Al fondo, en un balcón, parece dispuesto un saetero. Definitivamente, es una Semana Santa pobre, demasiado triste. Se nota en las flores del paso. Pero es Domingo de Ramos; y eso, simplemente, significa mucho en Sevilla. En cuanto ese paso del Nazareno de San Roque termine de salir de Santiago, habrá colgado un nuevo eslabón en ese gozo que se ha repetido a través de los tiempos, cuando llega el día primero y la Pasión se plasma en las calles, y recorre el camino más corto: el que lleva desde los ojos al corazón.

Siete décadas después, Domingo de Ramos de 2014. Vuelven a abrirse cerrojos en Santiago, esta vez por la plaza de Jesús de la Redención. En aquella histórica salida de hace siete décadas, ni esta plaza se llamaba así, ni existía la imagen de Jesús de la Redención, ni la Virgen del Rocío que ilumina los Lunes Santos. Así que este Domingo de Ramos, cuando el Señor de las Penas de San Roque y la Virgen de Gracia y Esperanza salgan de Santiago, se vivirá una escena inédita, porque saldrán por otra puerta y porque son acogidos por una cofradía que entonces no existía.

Todo es diferente, mientras se evoca aquella antigua luz, en una tarde remota de la posguerra. Y el Señor de las Penas, ayudado por su Cirineo, se irá hacia la plaza de San Leandro, en busca de ese convento donde se ha cobijado, que también visitará a la vuelta, en esa noche que se abrirá a la oscuridad de Caballerizas. Allí sólo se reflejará esa estela de Gracia y Esperanza que dibuja la sombra de su palio entre las sombras de la noche, cuando se ve la luz de la cera llorando a compás, repitiendo mil veces lo que un azulejo recuerda, con la rotundidad del verso del poeta que cantó ese momento legendario.

A veces las contrariedades permiten nuevas visiones, que por insólitas despiertan un atractivo especial para ser evocadas. El cierre imprevisto y urgente de la parroquia de San Roque ha devuelto al Señor de las Penas y la Virgen de Gracia y Esperanza a Santiago, a la vera del viejo Corral del Conde, donde iluminaron las tinieblas de una posguerra, aquellos años duros, fríos, racionados y resignados, que hoy se ven en blanco y negro, y despiertan más pena que nostalgia.

Domingo de Ramos que se ha tejido, puntada a puntada, entre el tic tac de los minutos que no vuelven. El tiempo fluye y huye. Pero hoy nos debería devolver otra estampa del pasado, cuando el Señor de la Victoria y la Virgen de la Paz, escoltados por los nazarenos blancos de su cofradía, recorran la plaza de España, en una noche recién estrenada (por el cambio de la hora), poco antes de volver a su barrio del Porvenir.

Todo eso (y mucho más) sucederá antes de que el discípulo amado termine de confesarle su amor filial a la Virgen de la Amargura, frente a la puerta de San Juan de la Palma. Cuando Sevilla convierte la cera en lágrimas (¿o es al revés?) por otro Domingo de Ramos que se nos ha ido.

Joaquín

León

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