Juan cArlos gil. Director de la cátedra ignacio sánchez mejías de la hispalense

"La tauromaquia tuvo importancia en el desarrollo de la democracia"

  • Antes de ser profesor en la Facultad de Comunicación llegó a torear una novillada con picadores en Sevilla bajo el nombre de 'Carlos de la Serena' Es experto en crónica taurina

Durante una etapa de su vida, Juan Carlos Gil se llamó Carlos de la Serena. Fue cuando ejerció de novillero en busca de un sueño incumplido: ser maestro del toreo. Llegó a lidiar en la Maestranza con picadores y de aquellos años le queda una afición inquebrantable a la Fiesta. Aún hoy, todos los fines de semana se marcha a la finca donde campa la ganadería Peñajara para mantener el contacto en directo con ese animal mitad mitológico mitad industrial que es el toro de lidia. "Degenerando, degenerando", como hubiese dicho el maestro, pasó de novillero a ser el profesor más joven de la Universidad de Sevilla y a dirigir la cátedra Ignacio Sánchez Mejías, uno de esos bastiones donde los taurinos defienden la vigencia de la Fiesta en unos momentos en los que la cosas no vienen muy bien dadas. De su condición de novillero sigue guardando un cuerpo delgado y el entusiasmo al hablar de todo lo que tiene que ver con las corridas de toro. La cita con el plumilla es en la Puerta del Príncipe, para luego caminar por el Paseo de Colón hacia un bar donde tomar el aperitivo en un explosivo mediodía primaveral. Es la misma senda que toman muchos aficionados cuando salen de la Maestranza y enfrentan el séptimo toro, aquel que siempre se lidia con una copa en la mano. Vino y tauromaquia: puro Mediterráneo.

-No sé si es consciente de que entrevistar a un taurino empieza a ser políticamente incorrecto.

-Sí, ya parece rarísimo hablar de tauromaquia y es verdad que empieza a ser políticamente incorrecto. La sociedad actual esconde los valores y conceptos tradicionales, como que la muerte es un elemento fundamental de la vida. La tradición filosófica anglosajona está anulando a la tradición filosófica mediterránea, en la que los componentes rituales y sacrificiales estaban a la orden del día. La cultura protestante pasa por alto estos elementos. 

-Existe toda una tendencia sociológica y jurídica que aspira a extender los derechos humanos a los animales, algo que evidentemente no beneficia a la Fiesta.

-Sí. Es impracticable que los derechos humanos se amplíen a los animales en la medida en que poseer derechos significa también tener obligaciones. Los animales no tienen obligaciones, tienen instintos, reciben estímulos y se comportan según su código genético. Nosotros, sin embargo, organizamos la sociedad para que no prevalezca la ley del más fuerte, algo que sí pasa en el reino animal. Es muy importante remarcar que los derechos de los animales están en virtud de los deberes de los humanos para con estos animales. Es decir, no es igual el trato que le debemos a un animal de compañía que a un tigre de Bengala. Hay que diferenciar entre animales de compañía, animales domésticos y animales salvajes.

-¿Y el toro en que grupo lo metemos?

-En ninguno de los tres. El toro es un animal bravo que tiene un componente genético natural que ha sido perfeccionado por la mano del hombre.

-El intelectual y taurino Alberto González Troyano me comentó una vez los escasísimos alumnos aficionados a los toros que había tenido. Usted, sin embargo, dirige la Cátedra Ignacio Sánchez Mejías de Comunicación y Tauromaquia de la Universidad de Sevilla. ¿Es tan pesimista?

-Los alumnos aficionados a los toros son una minoría. No obstante, yo he tenido hasta 100 alumnos apuntados a la asignatura Sociología, Tauromaquia e Información. Yo no hago proselitismo, sólo informo de la importancia que ha tenido la tauromaquia en la historia cultural de España y en el desarrollo de algunas cuestiones como los conceptos de productividad, de cultura de masas, de democracia...

-¿Democracia?

-Sí, la fiesta de los toros tiene un componente popular fundamental y en el siglo XVIII la plaza de toros era el único sitio donde la gente podía expresar públicamente su opinión sin ningún miedo a la censura... Antes del coso de la Maestranza, en Sevilla no había ningún edificio con capacidad para albergar a toda la población activa y en el que ésta pudiese manifestarse libremente.

-Ya que hablamos de política, en algunos ambientes los aficionados taurinos tienen fama de ser de derechas.

-Yo soy muy de izquierdas, pero me he tenido que enfrentar con mucha gente de mi ideología por defender a los toros. La tauromaquia tiene unos altos valores de izquierdas: el derecho a la diferencia, la defensa de la cultura popular...

-Sin embargo, la tradición del progresismo español no parece ser muy partidaria de los toros desde los tiempos de la ilustración.

-Eso es pura propaganda que viene de la manipulación que hizo la dictadura de la Fiesta, algo que pasó también con el fútbol, la Justicia o la Universidad. Por ejemplo, la Generación del 14 -Camba, Ortega, Gómez de la Serna...- o la del 27 -menos Cernuda- fueron muy taurinas... El lobby antitaurino ha decidido que para ser europeo y progresista hay que comulgar con sus ideas... En Francia, los que defienden las corridas son, principalmente, los partidos de izquierda. ¿Por qué? Porque la tradición burguesa que viene de París no entiende la cultura de la Camarga y las Landas del sur de Francia y quiere acabar con los toros, algo frente a lo que reacciona el pueblo. No es extraño ver en Nimes o en Arlés a los partidos de izquierda compartir sus sedes con las peñas taurinas. En España, la Fiesta nunca fue una cuestión política.

-La crisis actual de la Fiesta es evidente. Ya hemos apuntado algunas causas, pero sigamos profundizando.

-Hay muchísimas causas: el paso de una sociedad rural a otra urbana; una vanguardia artística que deja de lado los componentes históricos; unos medios de comunicación que no tratan la Fiesta como algo normal, sino como una excepción; una sociedad cada vez más light y tecnológica... El sector taurino no previó este ataque tan directo y radical contra la feria de los toros ni unos cambios sociales tan rápidos y profundos. El principal problema del sector taurino es que está totalmente desestructurado, no está unido y cada uno hace la guerra por su cuenta.

-En Sevilla, sin ir más lejos, tememos un ejemplo claro con el pulso que mantienen el llamado G-5 y la empresa Pagés.

-Cuando dos partes están enfrentadas se tienen que sentar y solucionarlo, mirarse a la cara y ceder algo. En este conflicto nadie está apostando por defender el valor clave: la tauromaquia. Todos deben hacer alguna concesión: los toreros, los banderilleros, los empresarios y los ganaderos.

-La figura del torero ha evolucionado de ser una figura heroica a un personaje más banal, que lo mismo lo vemos protagonizando escándalos en el papel couché que posando en pijama. ¿No va eso también en contra de la Fiesta?

-El torero, como figura, debe adaptarse a los tiempos y una de las maneras de hacerlo es que pueda aparecer en ámbitos distintos a los de la Fiesta, aunque es verdad que algunos se han extralimitado y han puesto a los pies de los caballos al resto de los compañeros. Eso sí, lo que no puede perder un torero es el respeto por la profesión y por el rito. Cuando uno se viste de torero debe seguir manteniendo el concepto de héroe popular que cuando triunfa provoca el triunfo de todos... Triunfa la inteligencia, el heroísmo, la andreia aristotélica. En el momento en que no se respete el rito, la Fiesta se convertirá en algo banal y teatral.

-Usted fue novillero antes que profesor universitario.

-Sí, con el nombre de Carlos de la Serena llegué a lidiar en Sevilla una novillada con picadores, también en Francia y México...

-Ya sé que es complicado, pero podría decir qué se siente al torear... Se habla de un extraño miedo.

-Es muy difícil expresarlo. Para todo el que quiere ser torero vestirse de luces es la realización de un sueño, el culmen de una preparación sacrificada, de una renuncia minuciosa y exhaustiva a una serie de apetencias... Es el placer mayúsculo el ver cómo con tu valor y tu inteligencia puedes dominar a un animal cuya embestida es naturalmente recta para cogerte, pero tú la curvas y las ralentizas para que se cree una armonía entre tu movimiento y su acometida... Al final consigues que un animal fiero, bravo, se someta a tu dictamen, conviertes a un dios guerrero en un animal dócil... El torero deja de ser un ser apolíneo para convertirse en un dios dionisiaco.

-¿Y los toros? Muchos se quejan de que los de hoy en día no acompañan.

-Bueno, cuando la Fiesta no triunfa hay que buscar un culpable y el toro no habla... El toro de hoy embiste mejor que nunca en la historia. Es un animal zootécnicamente conseguido hasta el último detalle: la presentación de la cara, los pechos, el desarrollo recto del lomo, las manos cortas, mucho cuello, rematado en los cuartos traseros... Al toro actual se le somete a una exigencia con la muleta brutal, tiene que crecerse ante el castigo frente a una muleta cada vez más poderosa.

-Como universitario usted ha investigado sobre la crónica taurina. ¿Cuál fue el origen de este género?

-La primera crónica taurina como tal apareció el 20 de junio de 1793, en el Diario de Madrid, cuando ya existía un espectáculo taurino reglamentado en el que hay unos señores que cobran dinero por hacer su oficio y se necesita alguien que enjuicie su actividad y calibre sus aciertos y errores. La crónica taurina va de la mano del desarrollo profesional de la fiesta de los toros.

-¿Qué se necesita para ser un buen cronista taurino?

-Teniendo en cuenta que no sólo debe describir lo que ve, sino también enjuiciar y evaluar, debe tener tres conocimientos básicos: el histórico, el teorético (teoría y ética) y el artístico, es decir que debe saber criticar la fiesta de los toros en función de los criterios artísticos del momento.

-También, me imagino, debe saber escribir.

-Como decía Pedro Laín Entralgo, nadie que no domine el ars bene dicendi (el arte del buen decir) debe publicar.

-Durante mucho tiempo los críticos taurinos tuvieron fama de sobornables, y se les llamaba 'sobrecogedores'. ¿Era así?

-Eso es verdad, se recogían sobres. Pero, en honor a la verdad, hay que decir que el periodista taurino compraba el espacio al medio de comunicación, de tal manera que su sueldo era la diferencia entre lo que cobraba de los toreros y lo que pagaba al periódico. Esto provocaba que los diestros no pagaran a los que los ponían mal, por lo que el cronista se cuidaba mucho de no resultar excesivamente crítico.

-Me imagino que esas prácticas ya se habrán acabado.

-Sí, eso se ha acabado, pero ahora hay otra forma de presionar: la publicidad. En los medios especializados, que no suelen tener más anuncios que los taurinos, si te pasas con las críticas te pueden amenazar con quitarte la publicidad. Sin embargo, en los medios generalistas esto ya no pasa. La crítica actual se ha profesionalizado y hay muy buen nivel. Un ejemplo claro es el cronista taurino de este periódico, Luis Nieto.

-Usted ha investigado especialmente la figura de Antonio Díaz-Cañabate. ¿Por qué este personaje?

-Porque es curiosísimo: un escritor que fue un costumbrista cuando ya no existía el costumbrismo; un juerguista que quiso ser señorito madrileño cuando ya no existía la bohemia; un jurista que decidió ser crítico taurino, lo cual le permitía hacer literatura sin saber mucho de toros... Él quiso imponer la visión del toreo del siglo XIX en el siglo XX y eso era totalmente imposible. Siempre tapó sus carencias taurinas con sus dotes literarias. Hacía falta una tesis doctoral que recogiese su obra taurina y es lo que hice yo.

-¿Cómo llegó Díaz Cañabate al periodismo?

-Sacó unas oposiciones a secretario judicial y lo destinaron a un pueblecito de Burgos donde hacía mucho frío. Ni siquiera deshizo la maleta. Entonces su amigo Emilio Carrere le propuso escribir en Le Figaro crónicas sobre la II República y él, que tenía familia que mantener, aceptó. Vivió como un bohemio cuando ya no existían bohemios.

-También ha investigado sobre la faceta periodística de Ignacio Sánchez Mejías, algo que muchos desconocíamos por completo.

-Aunque esté mal que yo lo diga, el libro Sobre tauromaquia. La obra periodística de Sánchez Mejías es el único que recoge toda la producción del maestro, algo que se debió a que descubrimos en el archivo familiar un conjunto de crónicas que se publicaron en El Heraldo de Madrid en 1929. Allí también encontramos una carta de Unamuno en la que apoyaba a Sánchez Mejías por la censura que había sufrido un artículo suyo durante la dictadura de Primo de Rivera.

-¿Y cómo era Sánchez Mejías como periodista?

-En el periódico La Unión llegó a escribir crónicas de las corridas en las que él toreaba y, curiosamente, siempre ponía mejor a los compañeros que a sí mismo… Casi siempre se ponía mal. Es el único caso de la historia donde un torero se enjuicia a sí mismo y a los demás.

-Déjeme que me ponga nostálgico: ya no hay toreros así.

-Uno de los problemas actuales es que los toreros han perdido sus inquietudes intelectuales, es muy raro ver a uno de ellos en una exposición, en la presentación de una novela, en una ópera… Belmonte, que provenía de una familia sin antecedentes intelectuales, sí se vinculó a un grupo de intelectuales. Quitando a José Tomás y a Morante, eso ya apenas se ve, precisamente cuando muchas personas de la cultura están defendiendo la Fiesta arriesgando su prestigio, como Vargas Llosa o Sabina… Me encantaría ver a toreros en los conciertos de Sabina.

-Hay personas que creen que, con el tiempo, avanzaremos hacia una tauromaquia sin muerte, al estilo portugués. ¿Cómo cree usted que evolucionará la Fiesta?

-Tengo muy claro que si renunciamos a la muerte en la corrida perderemos la esencia del festejo. La muerte del toro en la plaza es una necesidad ritual, el elemento que da sentido a esta fiesta de vida y muerte.

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