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Tradición en el Guadalquivir

  • Decenas de participantes compiten por hacerse con el ansiado banderín Niños y adultos intervienen en esta actividad que concluye con un chapuzón en las aguas del río

En un abrir y cerrar de ojos el puente de Triana se había convertido en un paseo marítimo propio de cualquier ciudad costera. Colchonetas hinchables, manguitos para los más pequeños, indumentarias playeras, barcos paseando por el agua y muchas ganas de pasarlo bien. A pesar de que el sol incidía sin piedad, los participantes de la cucaña no se desanimaban. Entre jolgorio, sevillanas y mucha ilusión, la actividad estrella de la Velá de Santa Ana se preparaba para comenzar un año más.

José Manuel Bordallo y Pablo Márquez, de 30 y 27 años, respectivamente, son unos veteranos en la cucaña. Y aunque aprecian un empeoramiento en la actividad en sí, acuden cada año a la cita con la misma ilusión que el primer día. Ambos saben cuál es el sabor de tener un banderín entre las manos, algo que no todos puedes decir. Edición tras edición los participantes perfeccionan las tácticas para lograr el objetivo. Así José Manuel Bordallo recomienda "mirar a la bandera y coger impulso en la salida". En pleno desafío Pablo Márquez afirma que "la rivalidad se queda en el barco, no se lleva a la vida del día a día".

Francisco Borrego y su hijo son el fiel reflejo de esta afición. Desde sus primeras veces por el palo ensebado hasta ahora han pasado muchos años que recalcan toda una tradición perpetuada de generación en generación. "Es toda una satisfacción que venga gente de fuera a participar en nuestra cucaña para que esto nunca acabe", afirma el padre a sus 38 años. Francisco Borrego, un experimentado en el mástil, admite que ya no participa activamente en la cucaña. Sin embargo, sigue viviendo cada edición como el primer día, eso sí desde la zapata. Su hijo, de 15 años, lleva participando en la cucaña desde los 4. Aunque en un principio era como parte del legado familiar, en la actualidad reconoce que "lo hace" por vocación propia.

Muchos de los asistentes participan por diversión, algunos lo hacen por tradición y el resto por los premios. No obstante, todos reconocen que cuando la recompensa era en metálico había más gente y más empeño. Aun así, los cinco vales diarios que se llevan los ganadores de este año han conseguido que ni niños ni adultos desistan. Aunque ayer fue la primera jornada, hasta el martes hay posibilidad de hacerse con alguno de los ansiados banderines. Mientras que un día son tres para los pequeños y dos para los adultos, al día siguiente se reparten a la inversa.

Pero también hay gente que lo hace por amor al deporte y por "un cariño especial al palo" afirma Rocío Maya. La joven de La Puebla del Río fue la primera mujer que obtuvo un premio en la cucaña de la Velá de Triana en el 2012 y desde entonces no ha dejado de intentarlo. Su pasión por esta prueba de destreza y agilidad empezó cuando en el año 2011 ganó en la cucaña de su pueblo y decidió intentarlo al año siguiente en Sevilla. A sus 22 años es una joven deportista que anima a las mujeres a participar en esta tradición donde confiesa que "siente" mucho cariño por parte de sus compañeros, "son muy cuidadosos y hay mucho compañerismo". Tal es su afición que ha logrado que su amigo Daniel Domínguez venga por segundo año consecutivo a la cucaña. "Triana acoge a cualquiera que venga, sea de donde sea" exclama con alegría. A pesar de no haber conseguido ningún banderín en su primera edición, admite que "la diversión y la animación están aseguradas en estas fiestas".

Aunque estén siempre muy presentes los padres, abuelos y bisabuelos que inculcaron el espíritu de la cucaña, no se deben olvidar las nuevas generaciones que apuestan fuerte para que esta herencia no caiga en el olvido. Es el caso del joven Juan Manuel Rodríguez, un camero de apenas 13 años que no ha dudado en venir con sus amigos para formar parte de este pedazo de historia. Aunque es su primer año y los nervios estaban presentes, el chico destaca con ilusión que ha venido "a pasarlo bien".

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