la situación del psoe

Susana Díaz entra en descompresión

  • La presidenta se aparta de la política nacional a la vez que analiza las causas de su derrota y medita cambios tanto en su Gobierno como en el partido.

Susana Díaz y Pedro Sánchez, tras conocerse los resultados.

Susana Díaz y Pedro Sánchez, tras conocerse los resultados. / EFE

Fase de descompresión. Un principio de prudencia aconseja que, tras una derrota, lo mejor es acometer el paso atrás, una retirada de los escenarios del fracaso para pensar, analizar y, después, actuar. Manuel Chaves, que fue el presidente de mayor recorrido en San Telmo, recurría a ello, eran otros tiempos aunque fuesen tan cercanos y los dirigentes sabían apartarse de los focos tras sufrir la adversidad. Las redes sólo estaban, entonces, en el mar. Dieta blanda y agenda ligera, se suele prescribir en estos casos. Y, sobre todo, nada de decisiones en caliente.

Porque tras el fiasco del domingo pasado en las primarias socialistas, Susana Díaz actuó de modo precipitado: ajustó el calendario para presentarse a la reelección como secretaria general a finales de julio y se negó a pactar con los pedristas las listas de delegados andaluces que irán al 39ª Congreso federal del PSOE. Tres días después, rectificó, dio libertad a las asambleas locales para que pactasen, si fuese posible, en los congresillos. Pasados éstos, la presidenta de la Junta tendrá que atender lo importante, más que lo urgente, que es su Gobierno.

No hay una decisión tomada, pero todo indica que la presidenta acometerá una reformas en su gabinete, donde la mayor parte de los consejeros carece de perfil político o, si lo tienen, han quedado en zona de sombra por la propia personalidad de Susana Díaz y el eco de su proyecto nacional. Esto tendrá que cambiar a partir de ahora y, si no fuese porque los presidentes evitan las crisis cuando éstas se anuncian en los medios o se lo solicita la oposición, Susana Díaz renovaría su Ejecutivo en el mes de junio y se presentaría ante el Parlamento con una agenda nueva, donde la prioridad ya no sería su carrera nacional, como lo ha sido hasta ahora, sino la gestión de la Junta y el rumbo de Andalucía en los próximos diez años.

Hay consejeros que siguen por inercia y que no pasarían un mínimo test de popularidad

Susana Díaz ha reflexionado, es consciente de la enorme derrota que ha sufrido de parte de la militancia y asume que debe dar un paso atrás de la vida nacional, al menos en lo que se refiere a su organización. También contempla los cambios.

En el Gobierno andaluz sólo han destacado el vicepresidente, Manuel Jiménez Barrios, y la consejera de Hacienda, María Jesús Montero, que es veterana en el oficio de dirigir departamentos de la Junta. Aquellos que venían de Ejecutivos anteriores, como es el caso de José Sánchez Maldonado, en Empleo, siguen como por inercia, si bien es cierto que hay consejerías que se quedaron paralizadas a causa de las acciones judiciales. La suya es una de ellas. La Consejería de Salud ha salido tocada de la crisis de la fusión de los hospitales y hay consejeros y consejeras que no pasarían un test de popularidad en sus propias provincias. Susana Díaz lo sabe, y es consciente de ello, aunque habría que dirimir cuál es su responsabilidad, a causa del hiperliderazgo que ha ejercido, y cuál es la de los otros.

Pero pongamos un caso ejemplificador. Durante todos estos meses, el secretario de Organización en el PSOE andaluz, Juan Cornejo, ha ejercido ese papel en el partido que ningún consejero ha representado en el Ejecutivo: comunicación permanente, ruedas de prensa semanales, toma de decisiones y actuación. Ha dado la cara, mientras el portavoz del Ejecutivo, Miguel Ángel Vázquez, sale a pecho descubierto después de cada Consejo de Gobierno, acompañado por consejeros a los que se les nota las pocas ganas de comparecer. Lo mismo de Cornejo cabe decir de Mario Jiménez, Susana Díaz lo envió a la gestora y ha cumplido con la labor histórica que acometen todos los representantes en estas direcciones provisionales: perder las primarias. Sí, causa risa, pero es la mayor evidencia del buen trabajo de la gestora. Mario Jiménez, que es portavoz en la Cámara andaluza, está llamado a otras misiones.

Susana Díaz también deberá acometer ajustes en su partido. Exceptuando los casos anteriores, ni Antonio Pradas, anterior secretario de Política Federal en la Ejecutiva, ni Miguel Ángel Heredia, aún secretario general del grupo parlamentario socialista en el Congreso, han brillado, todo lo contrario, han sido fuentes de problemas, en especial el malagueño. Uno de los errores más sorprendentes que ha revelado la derrota de la presidenta de la Junta en estas primarias es su falta de conocimiento sobre su partido a nivel nacional. Susana Díaz se presentó como una ganadora nata, pero ha perdido en todas las comunidades menos en Andalucía y 10 puntos por atrás de Pedro Sánchez: la información que manejaron era errónea. Tan falsa que hasta el mismo domingo creían que ganaban. En el entorno de la presidenta se explica que ella sabía de su comunidad, pero en el resto confió en la información de los barones, todos ellos implicados en su campaña.

La presidenta ya ha realizado un primer análisis sobre las razones de su derrota, y no son nada descaminadas. La primera razón de peso que ha favorecido a Pedro Sánchez es su relato sobre la abstención del PP, casi imbatible, bastaría por ella misma para la victoria si no hubiesen concurridas otras. Nadie explicó a la militancia las razones de superar la investidura de Mariano Rajoy, no lo hizo ningún barón y el modo de resolver el bloqueo institucional tuvo una solución orgánica, que a la postre fue nefasta para Susana Díaz. Al comité de octubre se llegó para destituir al secretario general, ya que le había dimitido más de la mitad de la Ejecutiva, por una diatriba sobre el adelanto de un congreso. Nadie en ese comité defendió la abstención, pero es que, posteriormente, cuando se decidió en otro comité, fue Elena Valenciano quien presentó la propuesta. Quien mejor lo ha explicado es el presidente de la gestora, Javier Fernández, cuando reconoció que, después de las elecciones de junio, los barones sabían que es lo que debían hacer, pero no lo hicieron por temor a perder un congreso.

La presidenta abusó en su puesta en escena de un perfil afectado por el tópico andaluz

Frente al relato de Pedro Sánchez, centrado en esto, Susana Díaz no atacó el problema de frente. Y, además, en plena campaña, al PP le estalló el caso Lezo, con sus implicaciones no sólo políticas, sino judiciales. El PP, el partido de Rajoy, no mereció la pena ser salvado. Eso es lo que pensaba una buena parte de la militancia, esa rebeldía ante una decisión que no se explicó y en la que había brillado Susana Díaz fue letal. Ella y González fueron los señalados.

La idea fuerza de Susana Díaz, la de las ganas de vencer, fue repetitiva y no era más que un ejercicio de voluntariedad. Una parte de la militancia, no obstante, un 40%, entendió que su propuesta era heredera del PSOE de los gobiernos de España, pero no era mayoritaria. A la presidenta, y a su equipo, se le escapó la mala imagen que había proyectado en Cataluña, una sombra que el diputado malagueño Miguel Ángel Heredia ayudó a empeorar y que el primer secretario, Miquel Iceta, remató con una traición. Díaz, además, fue coherente y su discurso sobre Cataluña y España no gustó al PSC.

Además de estos dos factores de peso, Susana Díaz sumó un perfil de tópico andaluz en su puesta en escena, en sus expresiones, abusó de algunos lugares comunes, elevó el tono en los mítines, hizo que su imagen provocase cierto rechazo fuera de la comunidad. Y si objetivamente esto es relativo, o se puede discutir, las redes sociales, muy bien manejadas por los partidarios de Sánchez, le hicieron el traje. Sin misericordia. Una buena parte de la crítica obedecía a un prejuicio; otra, la cultivó. Y, por último, Pedro Sánchez logró unir en su favor a todos aquellos que eran críticos con sus secretarios provinciales y regionales, de modo que Susana Díaz también se llevó las tortas que no le correspondía. Los apoyos de González, Rubalcaba, Zapatero y Bono no hicieron más que reforzar ese relato pedrista, causa de su holgada victoria.

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