Anuario Joly

El año que nos adentramos en la crisis

  • El año 2008 ha concluido con recesión generalizada en los países desarrollados. La crisis diferencial de la economía española exige adoptar reformas estructurales para mejorar su posición competitiva.

FRANCISCO J. FERRARO

Director del Anuario Joly Andalucía

La historia del año 2008 es la del deterioro progresivo de la economía mundial. Ya en 2007 se sintió el impacto de la crisis de las hipotecas subprime en forma de desaceleración del crecimiento económico, pero desde los primeros meses de 2008 las noticias negativas se fueron haciendo más frecuentes. No obstante, habría que esperar al final del verano para que la acumulación de indicios preocupantes eclosionasen con descensos históricos de la bolsas, caída de los precios de las materias primas, agravamiento de la situación de algunos bancos, aumento del paro y datos macroeconómicos que apuntaban a posibilidades ciertas de recesión. En este contexto, la decisión de las autoridades estadounidenses de no evitar la quiebra de Lehman Brothers marcaría un antes y un después de la crisis financiera, pues la intensificación de la desconfianza derivó en una ansiedad colectiva que cercana estuvo de provocar un crash financiero de consecuencias difícilmente imaginables. Las autoridades monetarias y políticas tomaron conciencia de la gravedad de la situación y se aprestaron a garantizar depósitos, favorecer la liquidez internacional, disminuir los tipos de interés y apoyar las entidades financieras con préstamos y avales, incluso a rescatar a los bancos con mayores dificultades. La iniciativa exigía la coordinación internacional, por lo que se convocó una conferencia de los países de mayor peso económico que, bajo la sigla del G-20, y con la incorporación de Rodríguez Zapatero, se celebraría en Washington el 15 de noviembre. La gravedad de la situación propició que se alcanzasen importantes acuerdos entre los que se preveían medidas de rescate, una política fiscal agresiva, una llamada de atención frente a las tendencias proteccionistas y una agenda para reformar los sistemas de regulación y supervisión financiera y reformular el papel del FMI.

La reunión y la (desigual) aplicación de las medidas en los principales países contuvieron el deterioro de la situación financiera, pero no pudieron impedir que la recesión se extendiese a la práctica totalidad de los países desarrollados al final del año. También los países emergentes, de los que se esperaba que compensasen la dinámica negativa de los más desarrollados, se han visto afectados por la caída de la demanda internacional, convirtiendo la crisis económica en una crisis global sin precedentes.

Si alguna otra noticia ha tenido trascendencia planetaria en 2008 ha sido la elección de Barak Obama como presidente de los Estados Unidos. No sólo por ser el primer presidente afroamericano, sino porque plantea cambios notables en el ideario y estrategia política de EE UU y porque su carisma y mensaje electoral han propiciado una ola de entusiasmo. Las esperanzas de cambio puestas en él son muy elevadas, pero se enfrenta a la difícil tarea de redefinir el papel de EE UU en un mundo multipolar, a la resolución de dos guerras (Irak y Afganistán), a un difícil papel en Oriente Medio y ante retos considerables en política interna (sanidad, educación, energía). Pero su mayor desafío es la grave crisis económica, para lo que su liderazgo puede constituir un activo, si consigue aplicar con éxito su plan de rescate y trasladar a la sociedad los estímulos necesarios para la recuperación.

Otros hechos notables del panorama internacional han sido el recrudecimiento de la guerra en Afganistán, las tensiones entre India y Pakistán, la nueva ofensiva israelí en Gaza, la reducción de la violencia en Irak, o los sempiternos conflictos africanos (Ruanda, Burundi, Zimbabue), mientras Rusia reafirmaba sus aspiraciones de gran potencia con la invasión de Georgia y el manejo de sus reservas de gas y petróleo. En Europa, a la cada vez más compleja institucionalización de la UE, se le ha sumado este año el "no" irlandés al Tratado de Lisboa y las reticencias reiteradas de Polonia y la República Checa.

España no fue una excepción en la crisis. Desde el tercer trimestre de 2007 la actividad económica viene desacelerándose, para conocer en los dos últimos trimestres de 2008 descensos del PIB del 0,3 y 1 por ciento, lo que técnicamente la sitúa en recesión. Pero más negativo aún ha sido el comportamiento del mercado de trabajo en el que, tras los extraordinarios aumentos del empleo a lo largo de una década, se iniciaría un proceso de destrucción de empleo que, junto al crecimiento de la población activa, elevaría en 1.280.300 el número de parados a lo largo del año, con una tasa de paro del 13,91 por ciento al final de año, la más elevada de la Unión Europea.

Las elecciones generales de marzo no modificaron esencialmente la correlación de fuerzas políticas. Los dos grandes partidos aumentaron ligeramente el número de escaños, pero el PSOE no obtuvo la mayoría absoluta, obligado cuatro años más a alcanzar acuerdos puntuales con los partidos nacionalistas para aprobar presupuestos y leyes. Con posterioridad a las elecciones, la evidencia diaria de la sucesión de datos negativos fue obligando al gobierno a ir modificando su discurso y a presentar sucesivos paquetes de medidas, pero sin obedecer a un plan coherente.

Lo referido para la economía española puede reiterarse para Andalucía, si acaso intensificado por la mayor fragilidad de la economía regional, en la que los soportes de la expansión reciente (sector de la construcción y elevado consumo) han tenido aún mayor protagonismo, y donde las debilidades competitivas son mayores. Muestra de ello es el notable diferencial de paro (7,8 puntos superior a la media española), alcanzando Andalucía las mayores tasas nacionales ya que sus ocho provincias se encuentran entre las nueve de mayor tasa de paro de España.

En este contexto, la ciudadanía está viviendo con preocupación el deterioro de la situación económica, con empresas amenazadas de cierre e instituciones financieras que no terminan de inspirar seguridad y transferir al mercado las facilidades financieras recibidas, mientras que preocupan los riesgos sociales que pueden derivarse del aumento del paro.

Los organismos internacionales auguran un año difícil para España, porque a la crisis internacional se le suma la inviabilidad del patrón de crecimiento basado en el boom inmobiliario y del consumo, sostenido por un extraordinario endeudamiento y déficit exterior. Es por ello por lo que la OCDE, el FMI, la Comisión Europea, el Banco de España y numerosos analistas económicos vienen reclamando reformas estructurales (mercado de trabajo, Administración pública, sistema de pensiones, mercado energético, servicios profesionales, distribución comercial, sistema educativo…), reformas que requieren un claro liderazgo y un amplio consenso político. Desgraciadamente ni uno ni otro factor se atisban en el panorama político español.

En Andalucía las elecciones autonómicas del mes de marzo dieron un nuevo triunfo al PSOE liderado por Manuel Chaves, con una mayoría absoluta justa en escaños (56), y en las que se produjo la exclusión de los andalucistas del Parlamento. En el ámbito político debe destacarse la angustiosa situación financiera de muchos ayuntamientos que han visto reducirse una parte significativa de sus ingresos vinculados a la construcción y actividad inmobiliaria, mientras que se cuestiona crecientemente el papel (y, sobre todo, el gasto) de las diputaciones provinciales.

Entre las iniciativas políticas de la Junta de Andalucía posiblemente la de mayor alcance fuese la relativa a vivienda, con la creación de una nueva consejería y el Plan Andaluz de Vivienda y Suelo 2008-2012, con el que se pretendía inicialmente controlar el desaforado proceso edificatorio, con impactos territoriales y medioambientales notables, pero que en el transcurso de un año de crisis inmobiliaria se ha querido orientar al estímulo de la VPO como política de sostenimiento del sector de la construcción.

Otra noticia de alcance en el año 2008 ha sido el conflicto de los jueces, que tuvo su origen inmediato en Andalucía por el caso de la niña Mari Luz Cortés y las actuaciones del juez Tirado por la no ejecución de una sentencia anterior contra el pederasta Santiago del Valle. La condena al juez de 1.500 euros por parte del Consejo General del Poder Judicial provocó la indignación de buena parte de la ciudadanía y del gobierno. El Ministerio de Justicia condenó con dos años de suspensión y sueldo a la secretaria del juzgado correspondiente y la Fiscalía General del Estado recurrió la sentencia al juez Tirado. Estas actuaciones enardecieron el corporativismo de jueces y funcionarios, que venían reclamando más medios para la Administración de Justicia, desencadenando un conflicto cuyas repercusiones aún están por ver.

Entre tantas noticias negativas, hay otras que no suelen ocupar posiciones destacadas en la información diaria, pero que son alentadoras para el progreso social: disminuyen las muertes en accidentes de tráfico, nuevos descubrimientos científicos ayudarán a mejorar la calidad de vida, aumenta la inversión en I+D, el cine español es galardonado, se suceden interesantes iniciativas culturales… Pero fueron los éxitos deportivos las noticias que mayor contrapeso ejercieron en el desánimo colectivo. El triunfo de la selección de fútbol en la Eurocopa fue sin duda lo más significativo por la amplitud de seguidores y por el largo anhelo de una selección que siempre nos dejaba frustrados, pero no menos unieron las sucesivas victorias de Rafael Nadal (muy particularmente la épica final con Roger Federer en Wimblendon), hasta coronarse como número uno del tenis mundial, y convertirse, junto a Pau Gasol, en iconos y referentes nacionales. Con la ausencia de Nadal, también el momento extraordinario del tenis nacional hizo posible el triunfo español en la Copa Davis. A estos éxitos se le unió el magnífico papel de la selección de baloncesto (digna finalista frente al dream team de EE UU en los Juegos Olímpicos) o el éxito irrepetible del ciclismo nacional (triunfos en el Giro, el Tour, la Vuelta y en los Juegos Olímpicos), y el satisfactorio resultado global de la representación española en los Juegos Olímpicos de Pekín, aún mejorados semanas más tarde por el balance de los Juegos Paralímpicos.

Y ante nosotros el año 2009. Un año difícil y crucial, porque a la crisis económica y social se le suma la política y de valores. De cómo lo afrontemos dependerá nuestro futuro. Como decía Albert Einstein, "no pretendamos que las cosas cambien si siempre hacemos lo mismo… Es en la crisis donde nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias". La sociedad andaluza y la española han protagonizado tres décadas de un desarrollo económico, social y político que ha sido celebrado internacionalmente. Existen por tanto capacidades y energía para afrontar el reto de convertir la crisis en un semillero para una nueva era.

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