la ciudad y los días

Carlos Colón

Carta abierta al Guiri

ESTIMADO Guiri: me llama un amigo para decirme que me has puesto como los trapos a propósito de un artículo publicado hace un año, en el que criticaba la fiesta de Halloween. Le devuelvo la llamada para tranquilizarle. Además de no ponerme como los trapos, e incluso dedicarme unas amables palabras que te agradezco, resulta que estoy de acuerdo con tu artículo. ¿Cómo puedo estarlo si se supone que discrepa del mío? Porque tal discrepancia no existe. Mi comentario crítico a Halloween lo era a la importación cutre que padecemos en España: una falsificación -cuyo original describes con la misma memoria emocionada con que cualquier sevillano describiría la noche de los Reyes Magos- que está suplantado algo auténtico. Lo propio de la aculturación: dañadas quedan por igual las auténticas formas de celebrar Halloween, Todos los Santos y los Fieles Difuntos.

Estoy de acuerdo contigo cuando escribes que "la fiesta que se celebra en España no es la versión original, sino una variante de los carnavales ideada por quién sabe qué conglomerado de imágenes grotescas cogidas fuera de contexto: Thriller de Michael Jackson, películas de segunda categoría, parques de atracción, etcétera". Es esta falsificación, y no la fiesta norteamericana tal y como allí se celebra, lo que yo, por utilizar tu expresión, vapuleaba.

También estoy de acuerdo contigo en que "lo que más amenaza Europa no es lo angloamericano, sino la incapacidad de los europeos de ver el mérito inherente a lo suyo". Y, como tú, me pregunto "cómo es que un continente con tanta tradición, historia y erudición se ha dejado arrastrar por lo descaradamente kitsch, el espectáculo barato y lo empalagosamente sentimental". Ésta es nuestra tragedia, estimado John Julius Reel.

El único punto en el que me escoció tu artículo es el referido a la cita de Steiner, seguro que debido a su descontextualización. Por la "detergente marea de lo angloamericano" ni Steiner, ni yo al citarlo, nos referimos a la gran cultura popular o minoritaria, sino a la basurilla que se importa y consume masivamente. La devoción de George Steiner -crítico durante muchos años en The New Yorker- por la cultura angloamericana está fuera de duda.

En mi modesto caso siento desde niño hacia ella una pasión que conservo intacta. Por citar sólo a los norteamericanos, Ford, Hawks, Disney, Berkeley, Astaire, Ellington, Fitzgerald, Billie Holiday, Cash, Gershwin, Bernstein, Rockwell, Melville o Bellow, entre otros, son algunos de mis nombres de cabecera. Tan míos, tan fieles compañeros de vida como Chaves Nogales, Romero Murube, Juan Sierra, Turina o Font de Anta. Un cordial saludo.

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