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la tribuna

José Luis García Del Pueyo

Lo que no queremos oír

Jose Luis García del Pueyo

Profesor del Instituto Internacional San Telmo

Twitter: @Garciadelpueyo

VIVIMOS un cambio de época en el que parece que no queremos oír hablar de un tema que condiciona todo nuestro modelo socioeconómico, y que no es la revolución de Internet -que también-, sino la globalización de los mercados. Ésta es la auténtica madre de todas las batallas, la que hace que nuestras empresas compitan con las procedentes de países como China, Brasil, India, Marruecos, etcétera, que producen con menos costes y compromisos sociales que las nuestras, lo que les permite ofrecer sus productos a un precio muy inferior como consecuencia de esa desigualdad de condiciones competitivas.

Puede que no se vea como lógico pero es una decisión acordada internacionalmente y no toca discutirla a estas alturas, ya que es la vía encontrada por la comunidad internacional para sacarlos del subdesarrollo. Tampoco queremos oír que en Portugal la nueva reforma laboral permite despedir a un trabajador con 12 días de indemnización, se transforman las autovías en autopistas de peaje, se implanta el copago sanitario, se reducen drásticamente las plantillas de empleados públicos y sus sueldos, se eliminan parte de las pagas extras, se sube el IVA etcétera.¿Ponemos nuestras barbas ya a remojar?

Cuando el Gobierno de España en escasos cien días ha tomado medidas de calado encaminadas a evitar que nos pase lo que a nuestros vecinos, tampoco queremos oír hablar de ello y los llamados sindicatos de clase las contestan poniendo el foco sólo en una parte de la reforma laboral -aún tramitándose en el Parlamento- y convocando una huelga general, donde muchos dicen que se ve más su interés particular en mantener su estatus que interesarse por los beneficios potenciales de la reforma. No hemos oído hablar de la mejora de competitividad que nuestras empresas necesitan para competir en el referido escenario globalizado, sino sólo del coste del despido, pero sin compararlo con el de los otros países europeos, que ahora sería similar.

Tampoco queremos oír hablar de que el modelo de Estado de bienestar surgido en Europa en 1945 lo ha dinamitado con temporizador la globalización económica del siglo XXI y requiere una profunda transformación si queremos que sobreviva. Y tampoco queremos oír hablar de que el Estado de las Autonomías necesita una poda de tal calado que será combatida a letra y huelga por los miles de empleados que viven de sus duplicidades. Y no queremos oír hablar de que tras treinta años de gobiernos socialistas en Andalucía y la inversión de miles de millones de euros procedentes de los fondos europeos, a modo de Plan Marshall, hemos llegado a la tasa de desempleo más alta de toda Europa, con el 31% de paro, al tiempo que nuestro nivel de renta per cápita no se ha aproximado en esas tres décadas al de Baviera o Navarra, sino al de Extremadura, vecina región con la que seguimos compartiendo el último lugar de España. ¿Y para eso 30 años y miles de millones de euros regalados por Europa?, se preguntan muchos.

¿Y entonces qué? Pues que no queremos oír hablar de que las castañas del fuego nos las tenemos que sacar cada uno y tenemos que ser más emprendedores porque en ello esta el futuro del empleo. Donde hay autónomos, habrá empresas, y donde haya empresas habrá empleo, y eso es así.

Y a los jóvenes es necesario concienciarlos de que se impregnen de esta cultura emprendedora o les espera la emigración y la precariedad. Y varios miles de andaluces dejarán tarde o temprano, gobierne el PSOE o el PP, de trabajar en el sector público, porque supone un coste que no nos podemos permitir. Y las cosas que dejen de hacer -si las echamos en falta- las harán empresas privadas y otras no se podrán hacer porque sencillamente no hay dinero y ya no vale echar la pelota para adelante jugando con el deficit público. Y los fondos europeos tenderán a desaparecer, por lo que las infraestructuras de todo tipo las tendremos que pagar con nuestros impuestos.

Y el desfile de las empresas no deberá ser a pedir subvenciones a la Junta, sino a ofrecer colaboración. ¿Que muchas cerrarán? Sí, pero otras las sustituirán, porque serán más competitivas y adaptadas a las exigencias de la sociedad actual. Hay que creer más en el esfuerzo de uno mismo y oír todo lo que hay que oír y no sólo lo que a cada uno le conviene. ¿Sudor y lágrimas? Sí, pero ya nada será igual que antes, aunque no tiene por qué ser peor. Cuanto antes lo asumamos, antes reorientaremos la nave hacia el rumbo correcto, porque el tiempo de las quejas, el nepotismo y los derechos ilimitados pasó y ahora llega el de los emprendedores y esperemos que el de la meritocracia, eficacia y honradez.

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