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Carlos Colón

Entra el otoño por San Buenaventura

MAÑANA gris en Carlos Cañal. El hermoso retablo cerámico de la Soledad de San Buenaventura parece la puerta por la que hoy entra el perezoso otoño sevillano. Habrá que esperar a que pase el jubileo de Las Teresas, o incluso a que lleguen los Difuntos, para que lo haga de verdad. Pero esta mañana gris tiene, en los aledaños de San Buenaventura, la apariencia engañosa de la llegada del otoño verdadero bajo palio de nubes y manto de hojarasca seca bordado por las Antúnez. Será cosa de estas calles que se reparten las poderosas parroquias del Sagrario y de la Magdalena, pero que en realidad son los dominios de la iglesia franciscana.

¿Hay algo más otoñal, más melancólico, más hermosamente triste, más de interior de piso oscuro con ventanas de visillos recogidos para dejar entrar la poca luz de una calle estrecha, que el entorno de San Buenaventura? Zaragoza, Carlos Cañal, Mateo Alemán hasta su cruce con Moratín, Otumba, Plaza de Godinez, Mesón de los Caballeros, Fernández Espino, Tirso de Molina… ¿Hay calles en las que la noche caiga más temprano o el otoño llegue antes? ¿En las que hoy sea siempre ayer y los recuerdos asalten por sorpresa, como ladrones que se emboscaran en las revueltas de estas estrecheces ensortijadas como sarmientos que parecen no llevar a ninguna parte?

En cuanto a la iglesia que las preside, ¿hay otra en la que se oiga con mayor nitidez el fantasmal bisbiseo de pecados confesados por labios muertos hace muchos años y el piar feliz de un canario franciscano que parece el canto de esas almas, liberadas de la carga de la vida y de sus culpas? ¿Hay otra fachada en la que los colores del otoño se combinen con tan geométrica severidad? ¿Hay otro azulejo que represente con tanta belleza -resumiendo en él el siglo que conmemora, de 1851 a 1951- la piedad burguesa que imaginaba los dolores de María con el gesto de las grandes trágicas decimonónicas que representaban la Pasión en el teatro San Fernando y el serio esplendor de la Semana Santa de los años 40 y 50 que fotografió Luis Arenas, puso en música fúnebre Pantión y Sánchez del Arco puso en las palabras de luto de Cuando veáis un balcón cerrado y Última estación, los dos relatos más otoñalmente tristes que a la Semana Santa se le hayan dedicado?

En la paleta del azulejo de la Soledad ya están dispuestos los colores con los que la ciudad se irá pintando de oro viejo, granate, ocre, azul profundo y marrones cálidos. En su orla de hojarasca decimonónica y en su guirnalda de flores están las primeras hojas y flores secas. Los dos ángeles se vuelven para cogerlas y vestir con ellas todos los árboles y jardines sevillanos. Entra el otoño por San Buenaventura.

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