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La tribuna

eduardo Moyano

Ante las elecciones europeas

NO parece que haya mucho interés en las elecciones europeas del próximo mes de mayo. Y si lo hay, es más en clave nacional. Ya se han encargado de jalear el ambiente los medios de comunicación, con el beneplácito de los partidos políticos, señalando que las europeas son "unas elecciones primarias" y que serán, según la oposición, una buena ocasión para castigar al Gobierno o, según el partido del Gobierno, una oportunidad para demostrar que mantiene sus apoyos.

Por desgracia esto ha sido bastante habitual en este tipo de elecciones, explicable sólo por el hecho de que hasta ahora no se percibía su utilidad, debido al poco significativo papel que desempeñaba el Parlamento Europeo (PE) en las decisiones que se tomaban en Bruselas. Sin embargo, no deberíamos seguir con ese desinterés, ya que, tras el Tratado de Lisboa, el PE adquiere un importante protagonismo entre las instituciones europeas, aumentando su influencia en nombramientos de gran relevancia (como los futuros presidentes de la Comisión y el Consejo o el Alto Representante de Asuntos Exteriores de la UE).

Pero, siendo importante el papel del PE en estos nombramientos, es aún más relevante el protagonismo que adquiere en el proceso de toma de decisiones sobre asuntos de gran calado. Ya lo hemos visto en el proceso de reforma de la Política Agraria Común (PAC), y lo seguiremos viendo en todas las decisiones que tendrán que tomarse en la próxima legislatura.

De acuerdo con el procedimiento de codecisión, el PE participará en muchos ámbitos de las políticas comunes al mismo nivel que la Comisión o el Consejo (de ministros). No sólo su misión será aprobar el presupuesto común y controlar al ejecutivo de la UE, sino que tendrá un importante papel en el proceso de aprobación de reglamentos y directivas que afectan directamente los intereses de todos los ciudadanos europeos. Por eso son importantes las próximas elecciones europeas.

Es verdad que hay una desafección política generalizada en la población, que desconfía de sus representantes y de las instituciones (ver los sucesivos barómetros del CIS). Esa desconfianza se ha extendido a las instituciones europeas, tal como corroboran las encuestas realizadas a nivel europeo (Eurobarómetro) y a nivel nacional (la más reciente la del diario El País de hace poco). Esa desafección se explica, en gran medida, por el modo como la ciudadanía percibe que se está gestionando desde Bruselas la grave crisis económica. Las políticas de austeridad y de recorte del gasto público son percibidas por la población como si fueran una imposición de la UE, a la que se le ve como un ente extraño y distante sometido al dictado de los mercados y de las entidades financieras, y sin autonomía para tomar decisiones.

Sin embargo, son nuestros políticos los que participan en las decisiones de política económica en el Eurogrupo o en el Ecofín, y los que son corresponsables de lo que allí se acuerda. Son nuestros políticos los que participan en los acuerdos que se toman en el Consejo. Son ellos los que aceptan los compromisos de reducción del déficit o los que deciden continuar en el euro. No hay una siniestra mano negra (los mercados, los bancos,…) que toma las decisiones por ellos. Son las diferentes visiones políticas de cómo debe gestionarse la crisis las que se confrontan en el seno de las instituciones europeas, unas visiones que, bien es verdad, son cada vez más próximas entre las grandes familias políticas.

Por eso, Europa nos debe importar. Los gobiernos de cada Estado conocen bien las exigencias y condicionalidades que se autoimponen desde Bruselas como consecuencia de formar parte de un espacio político y económico común y de una moneda también común. Hasta ahora han sido fruto de decisiones tomadas en instituciones como el Consejo o la Comisión, o en organismos creados ad hoc y que están en una especie de zona de sombra a la espera de su encaje institucional (como el Eurogrupo). Pero a partir de la nueva legislatura, veremos reforzado el papel del PE en el entramado institucional de la UE y en la toma de decisiones.

Por eso deberíamos enviar al Parlamento Europeo a nuestros mejores políticos, a los más capacitados, a los que estén más motivados, a los que estén imbuidos del espíritu europeísta y crean que Europa importa… Las listas para las elecciones europeas deberían estar formadas por políticos cualificados, conocedores de la UE y convencidos de que es en ese nivel donde cada vez más se deciden los grandes temas que afectan a los ciudadanos.

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