CAPRICHOSOS millonarios que han hecho su fortuna con las aplicaciones y asuntos así, niñatos recién surgidos de la Universidad que plantean su futuro a golpe de pelotazo informático. Geeks insoportables y nerds más realistas que las caricaturas de Big Bang (que, por cierto, va languideciendo a medida que crecen la sombra de las novias). Silicon Valley, con el sello de la HBO, acaba de llegar a Canal +, mirando por las ventanas de donde trabajan y viven todos estos irritantes retoños de Steve Jobs, que buscan por las redes sociales parejas aprovechables con el síndrome de Asperger.

La producción de Michael Judge (Beavis & Butthead) parte de un panda de cráneos más o menos privilegiados que ha de vérselas en los negocios con toda la cuadrilla posible de tiburones clasistas y tipos pagados de sí mismos que llenan las grandes empresas. La esperanza de los pipiolos es la de hacer dinero y alcanzar el poder económico sin pisar demasiados cadáveres. Cae bien la mayoría de este grupo de Silicon Valley. No son mal hablados ni tan escatológicos como los de tantas comedias estadounidenses (basadas en caca, culo, pedo y orgasmo) y sus historias no horadan ni la crudeza, como su prima hermana Girls; ni la banalidad, como tantas series en abierto. Silicon es la simple pero extravagante vida de unos tipos con ganas de hacer fortuna en este nuevo Oeste del mundo virtual. Así, efectivamente, no pueden llegar demasiado lejos. La audiencia está a la espera de ver hasta dónde llegan estos ocho primeros capítulos.

La HBO, que no atina bien con las comedias, le ha dado confianza a unos gafapastas y pijoflautas que tendrán que crecer. Por ahora se recomienda echarles un vistazo. A ver qué pasa.