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En tránsito

eduardo / jordá

P alabras, palabras

DESDE hace ya demasiado tiempo, los políticos -sean del partido que sean- utilizan un lenguaje frío y desapasionado en el que sólo se citan estadísticas o siglas incomprensibles que no le dicen nada a nadie. Y además usan una "neolengua" que parece inventada para una nueva especie humana, creada con material genético procedente de contables, robots y abogados del Estado. Y lo que es peor, muchas veces los políticos tienen que leer lo que dicen, como hizo el patético Mariano Rajoy cuando defendía en el Parlamento la ilegalidad de la consulta catalana -"La independencia catalana es un torpedo dirigido contra la línea de flotación de la Unión Europea"- mientras leía las chuletas que un aplicado chupatintas le había preparado dos minutos antes. Por muy acertada que fuera la frase -y lo es-, nadie podía creérsela. ¿Qué poder de persuasión puede haber en alguien que lee una chuleta? ¿Y dónde está su fe en lo que dice? ¿Y cómo pretende convencer a nadie? La respuesta es obvia.

Por eso es tan importante el formidable discurso de Gordon Brown, el político laborista escocés que defendió en Glasgow, en la víspera del referéndum escocés, la permanencia en el Reino Unido. El discurso de Brown -que está en Youtube y se debería estudiar en todas las facultades de Comunicación- dura 13 minutos. Brown no leyó ni una sola línea. Y lo pronunció con gran fe y vehemencia, moviendo las manos y haciendo gestos elocuentes y recorriendo el estrado como los predicadores antiguos (su padre, por cierto, fue ministro presbiteriano). Pero lo mejor de todo es que Brown no le tenía ningún temor a usar ideas sólidas o alusiones a la alta cultura, como ésas que provocan una fatídica congestión cerebral en los tertulianos de La Sexta y Tele5. Brown incluso citó a Lady Macbeth. Y no sólo eso, sino que habló de los valores de la Ilustración y del Estado de Bienestar que siempre ha defendido la izquierda -solidaridad, compasión, rectitud, igualdad, decencia- y que aquí parecemos haber olvidado por completo.

Si se cambia la palabra Escocia por la palabra Europa, todo lo que dijo Gordon Brown en Glasgow podría servir para defender los ideales de una Unión Europea que ahora está secuestrada por los burócratas que viven muy bien a costa de nuestros impuestos. Y ojalá tuviéramos en España políticos como Brown, en vez de esos ventrílocuos que sólo saben leer chuletas en el Parlamento o esos aprendices de brujo que nos prometen una democracia asamblearia. Qué horror.

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