INDUDABLEMENTE, el Betis no sólo está acuciado por su sino atávico de club mal gestionado, sino que tampoco puede decirse que tenga prestigio como para aconsejar qué número se juega esta Navidad. La segunda lesión del que fuese único talón en su chequera durante la pretemporada se ha visto acompañada por la de otro de sus canteranos y hombre asentado en el flanco zurdo de una zaga que está cogida como con alfileres.

Las gravísimas lesiones de Álvaro Vadillo y de Álex Martínez en tan poco espacio de tiempo demuestran bien a las claras que este Betis no tiene relación alguna con la diosa Fortuna. Comprobado que la suerte es vital hasta para salir a la calle, puede afirmarse sin duda de ningún tipo que el Betis, por siempre Real Betis Balompié, es un desheredado crónico de dicha deidad y bien hará en ponerse las pilas de una vez para contrarrestar el maléfico efecto del infortunio.

La disyuntiva en este momento del curso es qué punto del equipo se refuerza. Un lateral zurdo o un central es lo que ahora se debate en los intestinos del club y conviene pedir a los encargados de dictaminar que se hace mejor vista que la demostrada cuando se confeccionó esta plantilla. No puede olvidarse ni por un instante que el ascenso es una imperiosa necesidad para que la supervivencia de la institución no se convierta en algo agónico que lo dificulte hasta lo heroico, claro.

Quiero pensar que los efectos colaterales que conlleva todo batacazo se han superado de la misma forma que el niño va pasando sarampiones, escarlatinas, demás parientes y afectos. También convendría dejar de lamerse las heridas invocando al infortunio porque de esa guisa no existe progreso alguno. ¿Un central, un lateral? Lo que sea debe ser válido para el Betis y en perfecto estado de salud, que ésa es otra, que hay que ver cuánto material frágil llega a Heliópolis.