La ciudad y los días

Carlos Colón

Montañas nevadas

NI los eunucos de la Domus Aurea de Nerón; ni los cortesanos con coleta de la Ciudad Prohibida de Pekín que se retiraban reculando para no dar la espalda al emperador; ni los cardenales más babosos que rodeaban al Papa Borgia; ni los pisaverdes con pelucón de Versalles que aplaudían el despertar del Rey Sol; ni nuestros esforzados compatriotas que tiraban del carruaje de Fernando VII gritando "¡Vivan las cadenas!"; ni los camaradas cortesanos que acudían a las fiestas de Stalin en las villas del Mar Negro; ni quienes le hacían rendibú a Franco en las cacerías o le ponían peces en el anzuelo; ni los desdichados oficinistas de La familia Trapisosonda (un grupito que es la monda) de Ibáñez o de La familia Cebolleta de Vázquez que se partían por la mitad, gracias a unos goznes en la cintura, para reverenciar con más énfasis a su jefe; ni tan siquiera José Luis López Vázquez haciendo reverencias mientras dice "un admirador, un amigo, un esclavo, un siervo" en Atraco a las tres… Es difícil que cualquier manifestación pasada, presente y hasta futura de pelotilleo, coba, servilismo, adulación, halago, jabón, incienso, alabanza, embeleco, zalamería, exaltación, loa, candonga o adoración supere al programa de Desafío extremo que Cuatro dedicó a la ascensión de José Luis Rodríguez Zapatero a los Picos de Europa.

Se habla de medios progubernamentales o afines al Gobierno, y se critica el servilismo de las televisiones públicas hacia los mandarines autonómicos o nacionales; pero nada se ha visto, desde que dejó de existir el Nodo, parecido al programa que emitió Cuatro el pasado lunes por la noche. Había que frotarse los ojos para convencerse de que los comentarios a la cámara del guía pelotillero y el gusto por exhibirse y oírse del presidente no eran una parodia que se llamara De Bambi a Heidi, una manipulación de imágenes o un doblaje bromista de Sé lo que hicisteis. Divertido, si no fuera porque ese señor encantado de conocerse, dispuesto a decir trivialidades mirando al horizonte como si fuera Marco Aurelio dictando sus Meditaciones, creyendo que a los españoles puede interesarles verle escalar filosofando y confraternizando con el pueblo, es el presidente del Gobierno de España.

¡Qué miedo! Y qué triste que un medio de comunicación haga, a estas alturas, el papel de ese cortesano que sólo busca "agradar lisonjero las orejas de algún príncipe" que tan exactamente retrató nuestro Andrés Fernández de Andrada en su Epístola moral a Fabio: "Triste de aquel que vive destinado a esa antigua colonia de los vicios, augur de los semblantes del privado".

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