SU gran descubrimiento audiovisual en la infancia fue el Cinexin, misterioso y salchichero abuelo del Betamax, que se estropeaba un par de semanas después de Reyes. El cortometraje de aquellas películas que se proyectaban en la pantalla de cartón pesan en los sustratos de la memoria de esta Generación Después de Franco (D.F.), título de la nueva tira cómica de Antena 3, primos de Impares. Una generación que también está marcada, por supuesto, por los tebeos de Bruguera en sus estertores, y ese es el espíritu al que aspira esta serie endeblita de situación: persigue, pero no cazan, el humor cotidiano de aquellos personajes de Vázquez, Conti, Peñarroya o Escobar (sabios dibujantes humorísticos, que no la alineación de un Rayo Vallecano en blanco y negro, como pudiera parecer).

A los niñatos del mp4 de Física o química les suceden en la parrilla sus hermanos mayores, pero sin demasiada chispa y con arquetipos y chistes previsibles. Neuróticos, nihilistas, falsos progres, materialistas, hipócritas, clasistas. Y con mucho sexo pendiente. Así son los D.F., responsables en buena parte de una crisis agudizada por tantos años vividos por encima de nuestras posibilidades, con la revancha de aquellos ajustes durante la transición, y compartiendo espacio con la primera hornada de inmigrantes, los asentados. Es decir, el proyecto de Generación DF da para mucho más que un tonteo común y una evocación simplista de aquellos juguetes que fueron emblema de una época. Tras el formato de la tira, recogido de los websodios internautas, con off de documental, palpita en esta serie una huida del riesgo, para que las tramas se limiten a la resolución en escasos minutos y encuentren cancha un amplio espectro de personajes. Generación DF es un zapping de ficción. Un picoteo de peta-zetas caducados.