La ciudad y los días

Carlos Colón

Rostros del puritanismo

LA nueva ley antitabaco que entrará en vigor el 2 de enero prohibirá fumar en las zonas al aire libre de los recintos hospitalarios por "pedagogía antitabaco"; y en los parques infantiles también al aire libre, para que los niños no jueguen "rodeados de humo y colillas", como ha dicho la presidenta de Nofumadores.org confundiendo los parques con los garitos de El buscavidas de Rossen. El objetivo es la "desnormalización" del tabaco. La palabra no existe en castellano, según la Real Academia, pero no importa. Es útil y por eso esta luchadora por la salud propia y de los otros la utiliza con el entusiasmo de las puritanas anglosajonas que militaban en las ligas de la temperancia.

Porque "desnormalizar" es la forma laica, moderna y democrática de decir excomulgar. La excomunión, la pena más terrible en la que pueda incurrir un creyente, aparta de la comunión de los fieles y del uso de los sacramentos. La "desnormalización" aparta de la participación en los valores políticamente correctos y de la normalidad social. El o lo "desnormalizado" es un apestado o una peste; un ser o una práctica antisocial; una muestra de atraso incompatible con el alto grado de civilización alcanzado; y una herejía o una blasfemia contra el dios absoluto, el cuerpo, y contra su iglesia, las ciencias de la salud.

El puritanismo se inventa en cada momento sus víctimas. Éstas cambian con los tiempos; el celo puritano, no. Lo importante es perseguir y prohibir lo que se considere en cada caso dañino -creencias, ideas, costumbres o vicios- para salvar el alma, el cuerpo o la sociedad al precio que sea, ya se trate de la hoguera, la excomunión, la segregación o la "desnormalización". Tan convencidos estaban los que quemaban brujas y herejes de hacerlo por el bien de sus almas y de la comunidad como lo están ahora -no sin razón- los agentes de la cruzada antitabaco, antitabaquismo y antifumadores. Pudiendo pensarse que en realidad lo que en cada caso se persiga es un pretexto, y por ello varía según los tiempos, mientras que lo esencial, y por ello inmodificable, es la vocación y el celo del perseguidor.

Pasaron de moda el pretexto religioso y el político. Se recurrió entonces a la moral y la salud, y el enemigo fue la bebida hasta que el fracaso de la Ley Seca puso fin al disparate. Le llega ahora el turno a los fumadores y le está llegando a los gordos. Qué o quién les seguirá lo decidirá el "dios" o la "idea" que en cada momento esté de guardia represora o prohibicionista, llámese Mercado, Salud, Ciencia o las tres cosas a la vez.

Dicho lo cual hay que recordar que lo sensato es no fumar.

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