Basada en las historias del popular cómic creado por Camille Jourdy (editado en España por La Cúpula), Rosalie Blum es otra muestra más de ese cine francés a mitad de camino entre la comedia comercial y las propuestas de autor que, en su medianía inofensiva y buenista, no termina de encontrar demasiado alcance.
Ambientada en una pequeña ciudad de provincias, la película de Rappeneau se despliega en tres tramos narrativos cruzados dedicados a presentar a cada uno de sus protagonistas: Vincent (Kyan Khojandi), un anodino peluquero sin ambiciones atado a su posesiva madre, Rosalie Blum (Noémie Lvovsky), una tendera solitaria y taciturna, y Aude (Alice Isaaz), la sobrina de esta última, una joven también un poco a la deriva. Los tres se encuentran fruto del azar y de una particular cadena de seguimiento y espionaje mutuo que sirve como hilo conductor para desplegar un costumbrismo amable en el trazado de situaciones de humor blanco y personajes entrañables y caricaturescos a pesar de los pesares y de cierta melancolía edulcorada.
Sin llegar a las cotas del empalago ameliesiano, Rosalie Blum no termina de despegar de sus limitaciones y falta de mayores pretensiones, demostrando que cierta literatura gráfica y sus criaturas de trazo naíf y aire pop no resisten bien del todo el traspaso al mundo real y sus circunstancias.
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