ANÁLISIS

China vs. EEUU: la guerra de dos gigantes

  • La disputa comercial entre las dos primeras potencias económicas puede desembocar en otra crisis financiera

  • La salida más lógica es la negociación, aunque todo es posible con Trump

Asistimos a una escalada sin precedentes en la guerra comercial entre EEUU y China, las dos primeras potencias del mundo. Donald Trump, el presidente jugador, bravucón e intimidador, ha afirmado que "las guerras económicas y comerciales son fáciles de ganar". Concibe las relaciones económicas internacionales como una partida de póquer, en las que con astucia, inteligencia, temeridad, se puede ganar todo, a cambio de nada. La experiencia dice todo lo contrario. En una guerra comercial arancelaria que se prolongue en el tiempo, involucrando cada vez a más países, todos pierden. El comercio, el crecimiento y el empleo mundiales se ven seriamente perjudicados. Esto ya ocurrió en la década de 1930. Esta absurda guerra comercial hay que enmarcarla en el proteccionismo anunciado por Donald Trump, cuando recién nombrado Presidente clamó que, "a partir de ahora, América primero". Para Trump las exportaciones chinas están destruyendo el empleo de los americanos. China, con sus malas prácticas comerciales de manejo de la divisa, de apropiación de la propiedad intelectual, de obstáculos a las exportaciones y a las inversiones, está robando la riqueza y empleo de Estados Unidos.

la Escalada

Empecemos por la descripción de los hechos. El primer ataque lo lanzó EEUU en el mes de enero de 2018 cuando anunció aranceles a las exportaciones chinas de placas solares y lavadoras. Un primer aviso que solo afectaba al 1% de las exportaciones chinas. El motivo invocado fue la protección de industria nacional. No hubo contraataque por parte de China. El segundo ataque fue el 23 de febrero con aranceles sobre el aluminio y el acero. Un ataque más estratégico, al ser China el mayor exportador mundial de acero y aluminio y EEUU su principal cliente. La razón era la seguridad nacional. La respuesta de China no se hizo esperar. Anunció aranceles de 3.000 millones de dólares sobre las exportaciones americanas de vino, frutas frescas, frutos secos y otros. La respuesta de China fue prudente, invocando la necesidad de respetar la reglas de la Organización Mundial del Comercio (OCM), y animando EEUU a entrar en el camino de la negociación. La declaración definitiva de guerra se produce el 23 de marzo con un ataque masivo. Un salto cualitativo en la estrategia de guerra económica. EEUU anuncia una subida de aranceles del 25% sobre una lista de 1.313 productos chinos, por un importe de 50.000 millones de dólares. En el mismo día China contraataca con el anuncio de nuevos aranceles por un valor de 50.000 millones a la soja, algodón, automóviles y aviones, entre otros productos. Sectores expresamente elegidos, que afectan a aquellos estados que apoyaron en las elecciones a Donald Trump. Este último ataque supone un salto cualitativo en la escalada proteccionista, al ser 16 veces superior al anterior y representar el 8% del total del comercio de EEUU con China (656.000 millones de dólares). Un ataque estratégicamente diseñado. Los aranceles propuestos por EEUU corresponden al Plan China Manufacturing 2025, plan diseñado para colocar a China en el escalón alto de la cadena de suministro internacional. A día de hoy el resultado de esta guerra es impredecible. Los efectos sobre la economía mundial todavía no son visibles, pero sí sobre los mercados financieros. La volatilidad y la aversión al riesgo de los mercados financieros se ha disparado. Los sectores afectados se han desplomado en las bolsas. El temor a que la escalada de aranceles provoque Inflación en EEUU presagia una subida precipitada de los tipos de interés.

Una guerra suicida

Lo que pretende Trump con esta guerra es reducir el gigantesco déficit de 375.000 millones de dólares de su balanza comercial con China. Déficit que en lo que va de año ha aumentado un 30%. Para EEUU es un objetivo muy importante, ya que el déficit comercial con China supone más del 50% del déficit total. El comercio bilateral con China alcanza la cifra de 656000 millones. En una primera fase su objetivo es reducir el déficit comercial en 100.0000 millones. Por otra parte es un hecho objetivo que China está exigiendo a las empresas extranjeras que quieren invertir en China transferencias forzadas de su tecnología, obstaculizando también la aprobación de nuevas patentes. Estas prácticas van en contra de la reglas de juego de la Organización Mundial De comercio. Existen otras razones de orden geoestratégico: el poder económico mundial se está desplazando hacia Asia, con el centro neurálgico en China. Las inversiones de China se están dirigiendo a sectores estratégicos internacionales de recursos y tecnología, en detrimento del liderazgo hasta ahora ejercido por EEUU. Por otra parte Europa se está quedando en la retaguardia geopolítica y geoeconómica internacional. Obstaculizar la deriva hacia Oriente del poder global puede ser otra de las razones de la guerra comercial. Aunque en mi opinión esta visión, más profunda y de largo plazo, no casa bien con un Donald Trump, hoy por hoy, obsesionado y encerrado en su política aislacionista de primero América y sólo América.

Ganadores y perdedores

Quizás sea China la que más tiene que perder. Sus exportaciones a EEUU suponen casi el 50% del total. Por otra parte China está en un difícil y lento proceso de cambio en su modelo económico. Desde el lado de la oferta hacia un menor peso del sector manufacturero, con exceso de capacidad productiva, y hacía un mayor peso del sector servicios. Desde el lado de la demanda hacia un mayor peso del consumo interior. Un proceso lento, que requiere el desarrollo previo de una economía de bienestar de la que ahora adolece. Mientras tanto China necesita el apoyo de las exportaciones hasta que el proceso se haya consumado, para de esta manera evitar un aterrizaje brusco en la producción y la creación de empleo. Su fortaleza reside en ser el banquero de EEUU al poseer 1,7 billones de su deuda. A EEUU tampoco le conviene prolongar esta guerra. Los perjudicados serían los sectores afectados y los consumidores. Mayores aranceles harían aumentar los precios tanto de los insumos intermedios, como de los productos finales. Los efectos inflacionarios de la política fiscal y de los aranceles podrían llevar a una brusca subida de los tipos de interés que abortaría la recuperación.

El incremento de la volatilidad de los mercados financieros y la madurez del ciclo económico de EEUU podrían provocar un shock financiero a escala internacional, que sería la antesala de una nueva crisis financiera internacional. Esta es la razón por la que Europa y el resto de los países desarrollados y en vías de desarrollo desoyen la invitación de EEUU para que apoyen su estrategia frente en China.

Es impredecible lo que pueda hacer un personaje tan caótico e irresponsable como Donald Trump. Pero lo normal es que todo acabe en una negociación, bien sea bilateral o multilateral dentro del seno de la OMC. De lo contrario, y dada la madurez del ciclo económico de EEUU y la creciente inestabilidad y volatilidad de los mercados financieros, podríamos estar en la antesala de una nueva crisis internacional.

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