Crítica de Flamenco

Cigala en su salsa

El concierto empezó con 38 minutos de retraso. El Cigala compareció con una afección de garganta con la que tuvo que bregar toda la noche, especialmente en los primeros compases del recital. En él se sucedieron los temas de su último disco con clásicos de su repertorio no flamenco, fundamentalmente el contenido en su disco Lágrimas negras, una obra que le cambió la vida al cantaor.

La fórmula es la misma que El Cigala lleva a cabo desde aquel éxito: poner su voz flamenquísima a clásicos del repertorio, en este caso salsero. Así Moreno soy, con la que abrió el recital, o Juanito Alimaña y otras descargas de energía sonera se alternaron con el intimismo de boleros como Veinte años o Si te contara, sometidos a los nuevos arreglos del brillantísimo grupo acompañante, en el que destacó la vibrante percusión y la fuerza arrebatadora de los vientos.

Jumitus hizo, una vez más, una labor hercúlea meciendo la armonía al servicio del cantaor. El tempo se aceleró o se ralentizó cuando la inspiración o las necesidades así lo requerían. En el final el cantaor abandonó el escenario dejando al público a solas con un grupo espectacular en el que brillaron también los dos miembros del coro cuyas coreografías trepidantes eran un espectáculo en sí mismas. Tanta fue la intensidad y el ritmo que nos vimos obligados a levantarnos de nuestras butacas para bailar. Otro momento para recordar fue cuando El Cigala se quedó a solas con el piano y dio lo mejor de su voz cálida y flamenquísima en Corazón loco, Te quiero, te quiero de Augusto Algueró y la camaronera Nana del caballo grande, un guiño a Lorca en los 80 años de su muerte.

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