Se anuncia como la última entrega de la saga franquiciada de las muchachas cantantes a capela, pero cualquiera sabe si no habrá otras tres más. Para la ocasión, el grupo femenino multicultural (liderado por las chicas blancas, cómo no) se apunta a una última batalla cantarina impulsado por la nostalgia y la mala vida de los trabajos precarios posuniversitarios: se trata de ir de base (militar) en base para animar a la tropa y, de paso, reverdecer viejos laureles competitivos y echarse un novio.
La fórmula cómica, casi siempre al servicio de la oronda Rebel Wilson y su incorrección moderada, se atraganta entre actuación y actuación, doblemente si además hay que tragarse enteros los numeritos de los competidores de turno, una banda rockera de chicas de diseño, un grupo de country blando y los inevitables raperos de oro falso y chándal de brillo. Tal vez el único aliciente aquí sea ver las calles de Cádiz y la base militar de Rota convertidas en escaparate de promoción turística para nuevos reclutas. Lo de John Lithgow entonando a duras penas canciones pop de los 80 es ya mucho más duro de digerir.
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