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Cultura

Llena, Manuel, de notas mi locura

Es un ejemplo más moral que musical para los jóvenes guitarristas que somos todos, la enésima constatación de que el más atrevido, radical, arriesgado, es el más viejo del lugar. Por concepto y armonía, Campo, Gazela del amor desesperado y Normas representan la vanguardia de la guitarra flamenca contemporánea (tal vez de la música flamenca contemporánea) desde que se escribieron a finales de los noventa.

Sanlúcar logró huir del best-seller que es a través del concepto, de una música barroca que brota a borbotones de un rígido esquema construido sobre las escalas modales. Sanlúcar gana al combatirse a sí mismo, y quedarse más completo: el color de la melodía y la austeridad en la forma. Porque son tres piezas barrocas, a pesar de la rigidez, de la rudeza viril, épica, propia de todo poema inaugural, sea La Iliada o el de Mío Cid. Más problemático me resulta cuando el concepto se apodera de la puesta en escena y el recital se ve trufado de parrafadas más o menos estomagantes. Discurso que, personalmente, no me interesa (la música, su música, se defiende por sí misma con una elocuencia que está a años luz de sus planteamientos verbales), y que rompe con la intimidad y el tempo del concierto. Un sistema que está por desarrollar, pero que en sus primeros frutos resulta emocionante y sorprendente en cada nueva interpretación. La constatación de que este arte está que se sale.

Eso sí, en lo que se refiere a un lenguaje más clásico, Sanlúcar ha alcanzado cumbres como las que nos ofreció anoche en el resto del concierto, de las que destaco su versión del Soneto de la carta lorquiano que yo le leo a mi manera: "llena, pues, de notas (que no de palabras) mi locura".

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