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Crítica de Flamenco

Mejor cuanto más solo

Había muchos elementos diversos sobre la escena: un guitarrista flamenco virtuoso, una orquesta sinfónica, una banda de cornetas y tambores, tres cornetas solistas, una cantaora de copla, un saetero, un bailaor, un grupo flamenco y unos recitados en off. Una heterogeneidad difícil de articular en un discurso unitario. Lo más ajeno fue sin duda cuando Erika Leiva se arrancó con el Se nos rompió el amor de Rocío Jurado a ritmo de bulerías.

Porque sí había una idea, aunque muy abierta desde luego, que tenía la función de dar unidad a todos estos elementos. Es ese juego de palabras al que hace referencia el título de la obra. Palosanto es un tipo de madera con la que se fabrican guitarras y un palo santo fue el que sostuvo a Cristo en su agonía, es decir, la cruz. Nos encontramos por tanto ante un concierto de Daniel Casares pero también con una suite para conjunto jondo y orquesta. También es una propuesta de fusión entre lo flamenco y la Semana Santa. Y, acaso, un ensayo de cristología jonda.

Lo mejor fue lo primero, es decir, el recital del virtuoso malagueño que domina la sonanta como pocos hoy día. Lo mejor fueron la guajira, los tangos, las bulerías, etcétera. Mejor cuanto más solo, es decir, cuando el espectáculo se acercó al concertismo puro. Cuando la orquesta o la banda hacían acto de presencia la cosa se escoraba, como no podía ser menos, hacia la épica, a la historia mítica y mística, al martirologio, al relato evangélico y ecológico y qué se yo cuantas cosas más.

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