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Crítica de Teatro

Memoria contra extremismos

Con Mayorga hemos topado. Considerado uno de los mejores dramaturgos españoles, traducido a un buen número de idiomas, llevado al cine por cineastas internacionales, Juan Mayorga realiza una reivindicación de la memoria en la que utiliza la técnica de la cartografía para diseñar un mapa, su propia obra, con el que describe, con una elocuencia exagerada, el gueto de Varsovia y su exterminio bajo el horror nazi. Cuenta para ello con los mejores, Blanca Portillo, posiblemente la mejor actriz de teatro de este momento, y José Luis García-Pérez, un actor que demuestra en El cartógrafo estar en la primera línea de su generación. El tándem funciona de manera genial con una Portillo contenida y un García-Pérez que ofrece varios registros distintos que hacen que, literalmente, sude la camiseta y demuestre su espectacular momento interpretativo.

El duelo constante, exhaustivo al que los somete la dirección y, sobre todo, el texto de Mayorga llega a extenuar. Amante de la profusión de datos en sus textos, el autor convierte en enciclopédico el material en el que Blanca (el nombre de la actriz coincide con el de su personaje), en una viaje por resolver su propio drama interior, se adentra en la búsqueda de una niña y su abuelo cartógrafo que, según una leyenda, dibujaron el mapa del gueto de Varsovia para que nunca se pudiera olvidar lo que allí ocurrió. Nos movemos en tres espacios temporales, la II Guerra Mundial, la Polonia comunista y la época actual. Memoria, memoria y memoria para hacernos ver que lo que creemos que ya pasó está llamando a nuestras puertas en estos momentos en los que Europa languidece ante todos los problemas de sus vecinos tanto externos como internos.

Con una fascinación por la idea del mapa Mayorga extiende su texto hacia más allá de lo exigible, dibujando cartográficamente las vidas de los personajes actuales, de la niña y el abuelo y la de una señora profesional perseguida por la Policía comunista de Polonia. Llega a subordinar la extrema dureza de lo que relata a la admiración por los mapas que se suceden en cualquiera de sus acepciones, ya sean físicos o espirituales. Son Blanca Portillo y José Luis García-Pérez los encargados en convertir este ensayo en algo disfrutable como expresión dramática.

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