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Crítica de Música

Mestizajes sin rumbo definido

Bajo el epígrafe de Músicas mestizas, el conjunto comandado por Fahmi Alqhai pretendió indagar en las relaciones musicales cruzadas entre ambas orillas del Atlántico hispánico en la Edad Moderna, resaltando la influencia de ritmos y giros melódicos de origen ultramarino en la música culta española de los siglos XVI y XVII.

Quizás el plus de personalidad añadido por Accademia del Piacere sea el llevar el epíteto mestiza también a la forma de abordar la interpretación de este repertorio, con recursos estilísticos y expresivos tomados prestados de otros lenguajes musicales como el jazz o las músicas étnicas. El problema reside en que este programa nos deja la sensación de déjà écouté, de algo repetido y poco original respecto a lo ya conocido de este grupo.

Para empezar, resulta redundante y hasta cargante la omnipresencia de la percusión (nada del otro mundo, por otra parte), sea cual sea la pieza, desde las más rítmicas a las más delicadas, como ese Yo soy la locura que la percusión, junto al acompañamiento desnaturalizado, hizo irreconocible. Las introducciones de algunas obras (Ay, amor loco) son demasiado rebuscadas y ajenas al estilo y espíritu de la obra original, mientras que los interludios improvisatorios tienden a perderse por senderos sonoros extraños, entrando en terrenos más propios de una jam session nocturna. Fahmi Alqhai recurrió a sus conocidas agilidades con repetidos trémolos de afinación a menudo dudosa, pero estuvo siempre bien arropado por las precisas y serenas violas de su hermano y de Johanna Rose. Rivera estuvo sobrio pero brillante en las tarantelas de Ribayaz. A Blasco apenas se le oía en el registro central y resolvía el giro al superior de forma muy abrupta y poco natural. No era la voz angelical de tantas noches, aunque allí sí estuvo su gran capacidad expresiva.

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