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Orkester Nord | Crítica

Esperando a Bach

Orkester Nord en el Espacio Turina

Orkester Nord en el Espacio Turina / Lolo Vasco (FeMÀS)

Los conciertos sacros de principios del siglo XVII van evolucionando en la Alemania luterana hacia el universo de la cantata, un género que Bach elevará a tal altura que es imposible no usar su obra como vara de medir. Todos pierden, claro. Pero de eso no tienen la culpa los antecesores del Cantor, como este casi desconocido Augustin Pfleger (1635-1686), con cuya obra el conjunto noruego Orkester Nord ha compuesto una especie de oratorio sobre la vida de Cristo.

En realidad se trata de seis cantatas aún primitivas, por las que ni las formas italianas del recitativo y el aria habían todavía pasado. Son obras en diálogo, con personajes, en secciones de 1 a 5 voces, acompañamiento básico de continuo, aunque en algunas se añaden uno o dos violines, y un estilo de canto principalmente declamado, si bien hay partes mucho más líricas, en ocasiones con resonancias populares, no lejanas al estilo de las arias con continuo para las devociones privadas que se desarrollaban paralelamente.

Dirigido por Martin Wahlberg, el grupo ofreció una interpretación en extremo cuidadosa con el contenido retórico de una música que se sirve como vehículo ideal para la transmisión del mensaje salvífico. El conjunto instrumental, de continuo discreto (en el mejor sentido de la palabra), se adornó con los tonos afectuosos de las violas da gamba y el color un punto exótico del salterio. Wahlberg logró sonoridades compactas y bien matizadas, muy sujetas al rigor del compás por otro lado.

Corrección absoluta también en las partes vocales. Las dos sopranos mostraron instrumentos muy diferentes, más ligera y volátil Amadea Reksterberg (Ángel por ello en la Anunciación), más carnal y robusta Anaïs Yvoz. De los dos tenores, el más dramático era David Tricou y acaso por eso se le adjudicó el papel de Evangelista en la cantata de pasión, la más extensa y en la que hay ya rasgos que apuntan al futuro (¡un coro de turba!), mientras Benedict Hymas, cercano al registro del haute-contre, dejó momentos de ingrávida belleza por un timbre de etéreas resonancias. Al bajo (más bien barítono) Havard Stensvold le tocaron los papeles de Dios y Jesús, que salvó con perfecta línea y cálido fraseo.

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