Crítica 'Pride'

Pluma y carbón

Pride. Comedia dramática, Reino Unido, 2014, 120 min. Dirección: Matthew Warchus. Guión: Stephen Beresford. Fotografía: Tad Radcliffe. Música: Christopher Nightingale. Intérpretes: Ben Schnetzer, Monica Dolan, George MacKay, Bill Nighy, Andrew Scott, Imelda Staunton, Dominic West, Paddy Considine. 

El cine británico parece haber encontrado en un modelo de realismo social rebajado, pintoresco y costumbrista la fórmula del éxito popular para abordar ciertos asuntos espinosos de su historia reciente. Como si de una actualización de Full Monty se tratara, y basada en hechos y personajes reales, Pride acude a los agravios políticos y a la tensión social de la era Thatcher en la Inglaterra de los primeros 80 para juntar a un colectivo londinense de gays y lesbianas con los rudos aunque entrañables mineros galeses en huelga en un filme de vistoso colorido, ánimo conciliador y tono sentimental que busca sacarle las cosquillas al pensamiento conservador sin renunciar al espíritu reivindicativo, solidario e igualitario entre los ingleses de bien.

La operación pasa, decíamos, por la rebaja del realismo con las formas de la comedia dramática y la suavización de los perfiles de unos (gays) y otros (mineros) y sus respectivos entornos, convertidos en el filme de Warchus en una pandilla hermanada de tipos singulares con conciencia y sentido del humor que buscan a toda costa la complicidad y la empatía del respetable para sus respectivas causas. El hecho de que algunos estén interpretados por los populares Bill Nighy, Imelda Staunton, Paddy Considine o los televisivos Dominic West y Andrew Scott, subraya este propósito.

Parece innegable que la fórmula funcionará entre quienes le pidan al cine social unos respiraderos de entretenimiento, ligereza, empatía y buenrollismo. No así tanto para los que vemos demasiado paracaídas, acolchamiento y tramposa amabilidad en una propuesta en la que la realidad se reduce a esquemas bienintencionados y el drama del paro y las condiciones laborales, la marginación, la homofobia o el mismísimo sida parecen afrontarse con un espíritu, un tono y los clichés de un musical sin música.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios