El teniente de hermano mayor de la Maestranza de Ronda, Rafael Atienza, explicó ayer las raíces históricas de la fiesta de los toros, así como de la Real Maestranza de Ronda, en una conferencia en la Hispanic Society of America, en su sede de Nueva York. Atienza centró su intervención los siglos XVI y XVII, cuando el espectáculo se ritualizó. En esa época, señaló en su conferencia, "triunfó el esfuerzo formalizador, y gracias a ello tenemos las corridas de toros de hoy, ordenadas como un ballet o una ópera y a la vez presas del envaramiento y la tramoya ritualista".

Atienza también aludió a la evolución histórica de las corridas, un proceso en el que tuvieron mucho que ver las nuevas concepciones de las grandes plazas, "exentas y circulares, que levantan las maestranzas de Sevilla y Ronda y, más tarde, la de Granada". "Ahora nos parece natural esta traza circular porque la mayoría de las plazas existentes se construyen siguiendo los modelos sevillano y rondeño, pero en la época en que fueron levantadas no se conocía nada parecido: sólo los restos de los anfiteatros romanos", añadió.

Para dar una idea del significado que tuvieron los toros, Atienza señaló que "la Maestranza de Sevilla proyecta, en 1733, una plaza en la que cabían 14.000 espectadores, para una población que oscilaba en torno a los 75.000 habitantes". "No existía en la época, en todo el mundo civilizado, ni espectáculo ni edificios capaces de atraer y de albergar tal cantidad de espectadores. Sólo en las grandes catedrales podrían caber de 1.000 a 2.000 personas", añadió. Sin embargo, a diferencia de las catedrales, "la plaza de toros era un recinto lúdico y laico, en la que los espectadores, por ser circular, se veían unos a otros: la multitud se contemplaba, se daba a sí misma por espectáculo. Y ello convierte al público en el protagonista".