Nunca debimos perder el carácter urbano de nuestra arquitectura, parecen recordarnos las monumentales manzanas que el arquitecto Rafael de La Hoz ha proyectado para la Inmobiliaria Noriega en Sevilla.

Cuando transitamos por la avenida que bordea las construcciones y los vacíos del Barrio del Porvenir nos encontramos con un nuevo frente de la ciudad formado por las manzanas con patios construidas sobre los antiguos terrenos de la Pirotecnia Militar, un tipo de paisaje urbano ausente durante demasiado tiempo de la renovación de nuestras ciudades.

La tentación de la individualidad y la extensión se había apropiado por unas décadas del imaginario de arquitectos y promotores, que rompieron así una larga tradición urbana y territorial caracterizada por lo comunitario y lo compacto. Ahora, y por razones ajenas a la propia ciudad y a su arquitectura, se produce un repliegue -¿productivo, sostenible?- de esas posiciones hacia un entendimiento de la ciudad que vendría bien representada por las manzanas de Rafael De la Hoz.

Que no es sólo el planeamiento el que cualifica la urbanidad de nuestros asentamientos se hace manifiesto en este nuevo ámbito de lo doméstico. Con tan solo mirar las diversas promociones realizadas en la zona podemos concluir que es la arquitectura quien añade valor a las edificaciones con su cualificación. Y es que, comparando estas manzanas de promoción privada con alguna cercana de promoción pública, alcanzamos a vislumbrar otro importante cambio en la que ha sido una apuesta reiterada de lo público por la calidad de sus promociones, ahora claramente en manos privadas. Que esto sea tan sólo un episodio secundario en esa línea es algo que los gestores de Emvisesa deberían plantearse una y otra vez.

En cualquier caso, las manzanas del arquitecto La Hoz ganan por goleada frente a muchas de las promociones realizadas en Sevilla en estos últimos años. La solución global de sus fachadas, frentes urbanos que responden nítidamente al desafío de hacer ciudad, su equilibrada relación entre su volumen y las inflexiones de sus formas, la más que correcta adecuación al ocio de sus patios o la ruptura de la imagen convencional de las promociones de vivienda son algunos de los buenos argumentos de una arquitectura superior.

Las viviendas se disponen -alcanzando hasta 8 plantas- a lo largo del perímetro de una parcela cuadrada, ligeramente deformada en su cara norte, dejando un espacio libre ajardinado de 6.000 metros cuadrados para uso de la comunidad.

Gran parte del valor de la actuación estriba en la manera de ofrecerse ésta a la ciudad, a través de una imagen unitaria cuidada por el uso de los materiales -hormigón, zinc o madera- o con la expresividad máxima de unos volúmenes que, avanzando o retrasándose de la alineación, generan un juego de luces y sombras que se pone en evidencia con el transcurrir del día. Algo que es ya firma indiscutible del autor y, con él, del Grupo Inmobiliario.

Tanto más en el tratamiento del patio comunitario. Y para desvelarlo, la gran manzana se entreabre en sus esquinas noroeste y sureste para el acceso al aparcamiento, dejando ver un sorprendente escenario. Aquella ocupación perimetral de las viviendas en la manzana se matiza y trastoca avanzando las viviendas hacia el interior: como si del vaciado de su hipotético sólido capaz se tratara, el gran patio se fragmenta en otros más pequeños de geometrías básicas -prismáticos en los vértices abiertos, cilíndricos en los opuestos- donde reconocerse comunidades más pequeñas o alojar y organizar la vida en común. Aparecen así el área ajardinada, el ámbito del agua y las piscinas, las canchas de deporte, zonas destinadas a niños, etcétera.

Un inmueble singular que apuesta por la innovación arquitectónica y constructiva, entendiendo el diseño como generador de bienestar. Como nos anuncian los comerciales: Pasión por el diseño, la imagen y el confort. Un valor estratégico para la promoción.