Cultura

Tannhäuser se adentra en tierra nueva

  • La banda sevillana protagoniza hoy en el Cicus un encuentro con tres músicos de cuerda y las proyecciones de Alba G. Corral

Desde su primer álbum, Para entonces habrás muerto (Foehn, 2009), los sevillanos Tannhäuser sorprendieron con la singularidad de una propuesta instrumental elaborada desde una sensibilidad cercana al post-rock, pero también desde una mirada abierta en la que podían detectarse ecos del ambient o el shoegaze. Aquella excelente impresión de los comienzos, que se tradujo en críticas ciertamente entregadas a la causa y en su paso por festivales como el Monkey Week o el South Pop -cita a la que volvieron el pasado marzo-, se ha confirmado con el tiempo: el ep Movimiento estacional (Foehn, 2011), grabado tras ganar el concurso del IAJ Desencaja, y particularmente el segundo disco, Voces (también en Foehn, 2012), revelaban la voluntad de crecer mediante un sonido más crudo y afín al krautrock y prometían para el futuro nuevos capítulos de búsqueda.

Esa mentalidad inquieta que ha caracterizado al cuarteto formado por Iñaki García y Raúl Burrueco (guitarras), Eduardo Escobar (batería) y Juan Luis Castro (bajo) llevó a los integrantes de la banda a aceptar un encargo del Centro de Iniciativas Culturales de la Universidad de Sevilla (Cicus) que les supondría embarcarse en una aventura inesperada: el diálogo con una formación de cuerda, el String Group formado por Mercedes Rivero (viola), Carmen Moreno (violín) y José Pipió (violonchelo), en el que también participará con sus proyecciones la creadora madrileña Alba G. Corral. Este encuentro de disciplinas, programado para esta noche en el Cicus, forma parte de la oferta del Festival de Arte y Cultura Digital Ubicua.

Aunque no descartan recurrir en algún momento a los temas ya conocidos de su discografía, los Tannhäuser partirán de "ideas nuevas", un repertorio inexplorado que han preparado junto al trío de cuerda. "Les hemos pasado bocetos y ellos han trabajado sobre ellos", explican sobre un enriquecedor proceso que ha durado "entre mes y medio y dos meses" y en el que el cuarteto ha marcado las pautas,pero también se ha "dejado llevar" indagando en los puntos de unión del rock y la sonoridad clásica, "porque no es lo mismo cuando tienes en la cabeza un arreglo de guitarra y lo interpreta alguien con un chelo".

La viola Mercedes Rivero, por su parte, admite que hay músicos "que no se atreven a hacer este tipo de experimentos", en los que hacen falta "algo de valentía, de escucha, atrevimiento para hacer melodías", pero esta profesora se muestra encantada con una empresa "muy bonita, muy curiosa, en la que no tienes que guiarte por la partitura y es todo de oído". Los ensayos obligaron a los intérpretes a "la contención para no tocar muchas notas" y a una dinámica "democrática" en la que "una de las directrices es que nadie destacara, algo que no nos resulta frecuente en la música clásica donde el violín es instrumento solista".

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