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Cultura

Virtuosismo, contraste y expresividad

Aunque su fundación se remonta a 1989 es en la última década cuando el Cuarteto Artemis se ha convertido en uno de los más imponentes conjuntos de cámara alemanes. El grupo asume sin remilgos muchos de los postulados de las nuevas formaciones de este tipo: tocan de pie, visten con seriedad pero sin la formalidad rigurosa del frac y la pajarita y los dos violinistas alternan sus puestos como primero y segundo.

Musicalmente, el grupo destaca por un sonido poderoso, afilado, dúctil, capaz de mantener la claridad y la personalidad de las voces individuales pese al impecable empaste y a la homogeneidad del vibrato de los cuatro instrumentistas. Si puede ponérsele algún pero acaso sea que los pasajes en forte tienden a hacerlos a una potencia siempre tan descomunal que eso acaba por restar algo de riqueza a las matizaciones dinámicas a partir de la doble f.

En su primera visita a Sevilla el Artemis presentó un programa que mezclaba el primer Beethoven con Chaikovski y un casi desconocido compositor ucraniano, Nicolai Kapustin (nacido en 1937) del que ofrecieron una singular obra de resonancias jazzísticas, con un muy interesante tratamiento del ritmo.

La fuerza de los contrastes marcó las dos obras clásicas del recital. Beethoven se movió entre el cristalino lirismo del primer movimiento y el vigoroso final, con un Andante cantabile de una intensidad extraordinaria (¡esas explosiones en forte!). Muy intensa también la obra de Chaikovski, con un Scherzo elegante, etéreo, cuyas síncopas casi parecían dejarlo suspendido permanentemente en el aire, un Andante ma non tanto de delicada hondura y un Finale de fuerte expresividad, que cerró una coda de vertiginoso y brillante virtuosismo.

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